Bowie y su banda tocaron en Storytellers de VH1 de forma memorable. David apareció con el pelo largo y vestido con una sudadera con capucha y demostró que era tan buen cómico como cantante. El repertorio estaba repleto de sorpresas. Reapareció "Word On A Wing", lo mismo que "Drive-In Saturday". Cuando la banda se arrancó con el ritmo mod de "Can't Help Thinking About Me", que no se había interpretado en un tercio de siglo, sonaba tan viejo que parecía un tema nuevo. Mike Garson volvió a ocuparse de los teclados.
Mark Plati cuenta una anécdota que demuestra que Bowie reconocía los peligros de la caja de Pandora que suponía Internet: "Una cosa que no salió adelante fue un pequeño monólogo que David hizo antes de "I Can't Read" y que no se utilizó. Hablaba de la saturación de información que afrontamos hoy en día, en televisión, Internet, etc., y de cómo la gente se rebela contra ella silenciándola. Se estaba poniendo muy serio, y Mike Garson empezó a tocar un acompañamiento muy lúgubre con un sonido de cuerda. David interrumpió su monólogo y dijo: "Oís lo mismo que yo?" Y todos no echamos a reír." Para Garson, aquella fue una actuación mágica: "Tengo que decir que abrir el concierto con él con "Life On Mars?" significó mucho para mí. No es lo mismo que si hubiera tocado en el original, porque fue Rick Wakeman quien lo hizo, pero sí lo toqué con los Spiders, y el hecho de hacerlo con piano y voz me pareció muy hermoso".
Storytellers supondría la última actuación junto a Bowie para el hombre que durante todos aquellos años le había apartado de las tendencias al uso para llevarle hacia la música experimental.
La prensa informó de que se trataba de una separación amistosa y que Gabrels se había tomado un receso para terminar su trabajo en solitario antes de reincorporarse a la compañía ambulante de Bowie. En realidad, esto no es del todo cierto. Gabrels tenía, en efecto, un trabajo en solitario por terminar, pero la verdad es que en el plano artístico, él y Bowie se habían distanciado. Fue, de hecho, el primer colaborador y guitarrista principal de David que se marchó en vez de ser desestimado para el siguiente proyecto.
Fuente: "David Bowie, una extraña fascinación", David Buckley.
David Bowie: Storytellers
Tengo muchas historias que contaros. Ojalá tuviera más tiempo para contaros cosas como… la de cosas que os podría contar… ¡No os lo podéis ni imaginar!
Bienvenidos a Storytellers.
Bueno, me gustaría presentar al resto de los artistas que estarán esta noche…
Allá por 1968 me encargaron que escribiese la letra en inglés para una canción francesa que se llamaba “Come d’habitude”. Decidí probar suerte y le puse el desafortunado título “Even a cool learn to love”. Rechazaron mi versión de plano y creo que con razón, y le pasaron el proyecto a Paul Anka, que hizo otra letra distinta y le dio el sencillo y efectivo título de “May Way”. Así que para vengarme, compuse “Life On Mars”. Pero recibí mi merecido cuando Barbra Streisand decidió versionar “Life On Mars”. En una de sus fases de mayor desvarío, dejó que su marido de entonces, que era también peluquero, se encargara de la producción, los arreglos y, probablemente el secado. En cualquier caso…
Os podría hablar cuando conocí a Marc Bojan, que se convirtió en un muy buen amigo mío. De hecho eso ocurrió a principios de los sesenta, cuando nadie nos conocía ni de oídas. No éramos nadie. Éramos dos niñatos desconocidos con mucha ambición y los dos teníamos el mismo manager. De hecho, coincidimos por primera vez el día en que tuvimos que pintar la pared de su despacho.
“Hola, ¿tu quién eres?”
“Soy Marc, tío.”
“Vale, y a qué te dedicas?”
“Soy cantante.”
“¿Ah si? Y yo.”
¿Eres Mod?”
“Sí, soy el rey de los Mods”
“Vaya zapatos llevas”.
“Pues tú eres enano”.
Así que nos hicimos muy amigos. Marc renovó mi vestuario en los contenedores. En aquella época, Carnaby Street, el distrito de moda, atravesaba una fase de riqueza increíble y, en lugar de coserle los botones nuevos a las camisas o cremalleras a los pantalones, cuando cerraban lo tiraban todo al contenedor. Así que nos recorríamos Carnaby Street, esto era antes de King’s Road, de contenedor en contenedor. Íbamos a las 9 o 10 de la noche y renovábamos el guardarropa. Así de dura era la vida.
También os puedo hablar de cuando tocábamos en clubs de trabajadores del norte de Inglaterra, una zona deprimida, y me presenté como Ziggy Stardust. Estaba en el camerino de un club y le pregunté al encargado:
“¿Dónde están los baños?”
Y me dijo:
“Mira, vas por ese pasillo, ¿ves ese lavabo en la pared del fondo? Ese es el baño. Así que me contoneé sobre mis plataformas y le dije:
Querido no pienso mear en un lavabo”
Y él me contestó:
“Mira, hijo, si a Shirley Bassey le pareció bien, a ti también.”
Los viejos tiempos, supongo.
Esta bonita cancioncilla pertenece a nuestro nuevo disco, “Hours”. Se llama “Thursday’s Child". No penséis que se trata de un título de sabiduría arcana. Está inspirado por el recuerdo de la autobiografía de Eartha Kitt. Cuando tenía 14 años, solía leer a Eartha Kitt y D.H. Lawrence antes de irme a la cama. No solo antes de irme a la cama, la verdad sea dicha. Y, un día, en una librería, ví una edición de bolsillo de la vida de Eartha Kitt. En la portada salía ella posada en un árbol, en una pose muy sexy, con un paisaje campestre de fondo, y el libre llamaba “Thursday’s Child”. Eso lo llevo grabado desde que tenía 14 años, no sé por qué. Y me vino a la cabeza hace unos meses cuando compuse este tema. Debo decir que la canción no trata de Eartha Kitt.
El difunto, pero aun imparable, Stevie Marriot y yo fuimos buenos amigos en los sesenta. Steve era muy bajito, pero nunca se quedaba corto de grandes ideas. “Tengo una idea”, solía decir, mientras comíamos huevos con bacon. “¿Por qué no formamos un duo de R&B y lo llamamos “David y Goliat”? Tú serás David”. Sí, bueno. Entonces yo andaba haciendo el tonto con un grupo de imitadores de Muddy Watters llamados “The Mannish Boys”. Y una noche se me acera en el vestuario y me dice:
“Mis colegas Ronnie y Kenny y yo vamos a formar un grupo. Bueno, lo que queremos hacer es coger unos amplificadores y una batería gigante, un poco como The Who, ¿sabes?, pero como vamos a ser unos canijos nos vamos a llamar “The Small Faces”. Y funcionó. Y a lo grande.
Esta canción es de esa misma época. Probablemente es algo posterior, y es la primera canción que compuse y grabé en solitario. Es un hermoso ejemplo de solipsismo, se llama “Can’t Help Thinking About Me”. Contiene, aunque haya quien discrepe, uno de los peores versos que he escrito. Queda mejor si los canto. Mi chica me llama “Eh, Dave, pásate, vuelve, nos vemos si pasas por aquí otra vez”. ¿No os parece mi peor verso? Entonces mejor ignoramos las letras de Tin Machine. Pero no podemos ignorar al que las escribió. La culpa la tiene el ordenador.
No, ya no compongo así. Voy a volver a Stevie Marriot. Compartimos el mismo roadie. Por motivos prácticos, pongamos que se llamaba Doug Bennett. Es un nombre. Doug Bennett. Un tío bajito, robusto, gruñón, totalmente analfabeto, pero trabajaba bien. Un día cayó en mis manos un coche americano, y tenía tantas ganas de conducirlo que de un salto me puse al volante, y con Dougie de copiloto, cogí la autopista para ir a un concierto a una velocidad de vértigo. Ni que decir tiene que, con la suerte que tengo, nos paró la policía. El típico bobby inglés. Se acercó a la ventanilla del conductor, a la que sería la ventanilla del conductor en un coche inglés. Golpeó la ventanilla con los nudillos, bajamos el cristal y dijo:
- “Señor, ¿sabe usted a qué velocidad iba?”.
Él dijo: “Me llamo Doug Bennett, no sé leer ni escribir y ni siquiera conducía, joder”.
Iggy Pop y yo éramos dos chicos muy malos. Fuimos a Berlín a aprender a ser buenos. ¿O estaba viendo el canal de viajes? No me acuerdo. Es muy del siglo XX eso de aplaudir a la frase de un anuncio. Recuerdo que una mañana después de una noche especialmente loca, nos vimos en una cafetería que solíamos frecuentar y nos contamos las hazañas de la noche anterior. Y el de Iggy, o Jim, fue el relato más extraordinario. Dijo que había ido a un bar punk. Era el aniversario de la construcción del muro. De algo así te acuerdas. Y él fue a una fiesta conmemorativa que celebraban en un bar punk. Habían construido una réplica casi exacta del muro de Berlín y, cuando dieron las 12 de la noche, cincuenta salvajes enloquecidos se abalanzaron sobre el muro y lo derribaron a mordiscos y puñetazos. Dale que te pego… Pero dijo que lo que más le impresionó fue lo que vino después, porque se pusieron, una vez que hubieron derribado el muro, se formaron pequeños grupos de punks en los rincones que lloraban amargamente. Lloraban sin parar. Me pareció que era una cosa de lo más conmovedora y un recuerdo auténtico del Berlín de mi época, de todos modos.
Esta canción la compuse con Jim por aquel entonces. Y supongo que esta también trata de invasión y explotación.
Dicen que el recuerdo nos ayuda a interpretar el destino. Eso parece. Y recuerdo que una vez, en la década de los setenta, el revolucionario y fundador del Partido Internacional de la Juventud, Abbie Hoffman, me dijo:
- “El mañana aun está por construir”.
Y me recordó que si movemos un grano de arena, la tierra ya no es exactamente la misma.
Nadie echará adémenos a uno que se fue a un viaje de negocios y nunca llegó. Eso lo dijo David Mamet. Y con esa frase llegamos a una nueva canción, un tema del nuevo álbum. Se titula “Seven”.
“Drive-In Saturday” estaba destinada a ser el nuevo single de Mott The Hoople, que habían conseguido un éxito considerable con otra canción que había escrito para ellos llamada “All The Young Dudes”. Decidieron que había llegado el momento de escribir sus propias canciones, así que me la devolvieron. Me enfadé tanto aquella noche en Florida que me afeité las cejas. No es broma. No bromeo. Me emborraché y me afeité las cejas. Me molestó tanto que no quisieran la canción. Les di una lección. Y ahora os la doy a vosotros.
Los años 1975 y 1976, y parte de 1974 y las primeras semanas de 1977 (risas)… fue la época más oscura de mi vida. Estaba tan hundido en la miseria que me resulta casi imposible recordarlo. Es muy doloroso. Me preocupaba por cosas como: “¿Se interesan los muertos por los asuntos de los vivos?”, “¿Puedo cambiar de canal sin usar el mando?” (risas). Esta canción debió de ser, sin yo saberlo, un grito de socorro. Estoy seguro de que fue un grito de ayuda. Se llama “Word On A Wing” y es del disco “Station To Station”.
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