domingo, 27 de noviembre de 2016
Entrevista El País 1987
David Bowie - Penthouse Entrevista 1984
Actualmente, David Bowie tiene 37 años. Es alto y delgado, con el pelo rubio brillante. Su ojo derecho es de color azul, y el izquierdo marrón oscuro; ello es consecuencia de una pelea callejera infantil y de un puñetazo que le paralizó la pupila.
David Bowie es consciente de que existen muchos riesgos en la carrera de un actor. Lo sabe porque ya actuó en “El Hombre Elefante”, en Broadway, y en el film “The Man sho Fell to Earth” (El hombre que cayó a la tierra), hace más de nueve años. Dice al respecto:
Correr riesgos forma parte de un sentimiento de inseguridad, que es el que más prefiero…
No se ha aislado de la música. Él mismo calcula que sus últimas giras le han significado más de 12 millones de libras esterlinas de beneficio neto.
David también recuerda otra conversación que tuvo con John Lennon, poco antes de que John fuera asesinado, en la que hablaron sobre el tipo de música que deberían hacer. Lennon le dijo. “No queda mucho por decir, excepto conservar lo que tenemos porque no va a permanecer ahí mucho tiempo…” Fueron unas palabras proféticas, por lo que ocurrió con el ex Beatle.
Hace seis años, en Los Ángeles, David Bowie se dio cuenta de que a no ser que cambiara radicalmente de vida, tampoco él iba a durar mucho más.
-¿Cómo llegaste a una reflexión tan angustiosa?
-Me sentía físicamente engullido. Estaba sufriendo algo más fuerte que una depresión nerviosa. Me sentía desorientado con todo lo que me envolvía. Tomaba cantidad de drogas para poder trabajar y me asqueaba el entorno que me rodeaba. Tuve que abandonar Bel Air, porque tenía que liberarme de las drogas, de la destrucción causada por el ambiente -que en California resulta espantoso-, y de las pésimas relaciones que mantenía. Me marché a Berlín, que resultó una excelente ciudad. En Berlín la cosa iba de supervivencia. Ni hablar de rock… Yo mismo tenía que comprar la comida y fregar los platos. Quizás suene estúpido, pero jamás había lavado un vaso en mi vida. Aquello se convirtió en algo importante, así de repente, por encima de muchas otras cosas que habían dominado mi vida hasta entonces… De pronto, podía dormir por las noches. En California no lo lograba: estuve levantada una semana toda entera, sin acostarme para nada. También alucinaba. Mis alucinaciones adquirieron formas mitológicas. Me encontraba viviendo en la época del Rey Arturo (lo que podía significar algún deseo escondido hacia Inglaterra). Pensé que “Arturo” podía ser un buen título para una película o para una canción. Lo cierto es que me iba construyendo un pequeño mundo que estaba divorciado de la realidad…
-Tu fuiste la primera figura importante del rock que admitía ser bisexual…
-Solía ir a bailar a unos clubs un tanto especiales. Fue un periodo durante el cual estaba experimentando sexualmente las dos posibilidades. Un periodista, que sabía que frecuentaba aquellos locales, me preguntó si era cierto lo que se comentaba de mí. Le respondí que sí, que era bisexual. De allí arrancó todo. Aquello se convirtió en una especie de titular sensacionalista que he tenido que soportar durante mucho tiempo.
-¿Qué recuerdas de la infancia?
-No fue feliz. No me llevaba muy bien con mi madre, y mi padre -que ya ha muerto- era un hombre estupendo que tenía que poner paz en las peleas. Teníamos una casa de cuatro habitaciones en Brixton. Mi padre trabajaba mucho y mi madre era acomodadora en un cine y así ayudaba en los gastos. Una de las habitaciones estaba alquilada a una prostituta. Lo supe años después… Mi hermana se casó con un egipcio, hace más de 20 años. Creo que ahora esta en un harén. Mi hermano Terry se encuentra en un centro psiquiátrico. Hay una vena de locura en mi familia. Una vez llegué a penar que me iba a volver loco y que reventaría, como le ocurrió a Terry. Por tal razón, cuando pasé mi mala época en Estados Unidos, nunca fui a visitar a un psiquiatra. Pensaba que si descubrían como era yo en realidad, nunca conseguiría salir de allí. Estaba seguro de encontrarme en una situación límite…
-¿Cómo saliste de la situación?
-Tomé sobredosis un par de veces y a duras penas las superé. Sabía que tenía que marcharme de Bel Air si quería sobrevivir. Me estaba destrozando y me sentía asqueado de haber caído tan bajo. Antes de llegar a este extremo, había vivido una temporada satisfactoria… Tenía un hijo, aunque no le dedicaba el tiempo necesario. Joe (que ahora tiene 12 años) era muy importante para mí, y si él tenía un futuro también yo debía tenerlo… pero, ¿qué estaba haciendo para conseguirlo?...
-¿Qué nos dices de tus primeros éxitos discográficos?
-Había estado grabando discos, sin ningún éxito, desde hacía varios años, y fue en 1969 cuando lancé “Space Oddity”. La compuse con la idea de cantarla con un amigo mío, John Hutchinson. Intentábamos ser “Hutch y Bowie”, pero John se retiró de la profesión dos días antes de la grabación, porque se había casado y tenía un niño. Así que lo hice yo solo, como David Bowie, y salió bien…
-“Space Oddity” fue tu primer gran éxito y siguió siendo suficientemente importante para ti hasta 1980, como para actualizarlo en “Ashes to Ashes”, del álbum “Scary Monsters”…
-Mis ideas todavía no habían cuajado cuando compuse “Space Oddity”. Pero después, cuando me dediqué a componer las canciones para Ziggy Stardust, me di cuenta de que éstas serían el perfecto vehículo para utilizar finalmente lo que yo sabía; la forma de coger el toro por los cuernos y conjugarlo absolutamente todo. Sabia que tenía que formar un buen grupo y, al mismo tiempo, a medida que el personaje de Ziggy Stardust iba desarrollándose, se produjo una gran influencia de lo oriental -desde el teatro japonés Kabuki, fundamentalmente- hasta los elementos de la pantomima. Y todo evolucionó, convirtiéndose en algo lleno de fantasía…
-Hace tiempo que te divorciaste de Angela, tu mujer, y no la has visto desde hace años, ¿no es cierto?
-Si. Ahora puedo recordar vagamente que una vez estuve casado.
-¿Te casarías otra vez?
-Si me enamorara, quizás…
-¿Eres el tipo de hombre que una chica puede invitar a tomar una taza de té con su madre?
-Eso depende de la madre…
-¿Aconsejarías a tu hijo en contra del negocio del espectáculo?
-No lo haría, pero le sugeriría que me preguntara cómo funciona todo esto. Todavía es un niño y no es consciente de que exista ningún estilo extraño de vida. No tiene problemas…
-Supongo que debes revivir bastantes cosas de tu pasado al ver crecer a tu hijo…
-Efectivamente. A veces, Joe participa en mis giras, pero no creo que sea el tipo de vida que un chico debe llevar. Tiene muchos amigos y está viviendo lo que yo espero sea una infancia razonable, sin demasiadas “movidas” rockeras. Debido al estilo de vida que yo he llevado existe una buena relación entre nosotros. Espero, y creo, que siempre podrá preguntarme acerca de cualquier experiencia que vaya a realizar. Ya he dicho antes que deseo que me haga preguntas sobre todas las cosas que le interesen. También estoy convencido de que encontrará muchas novedades en el mundo futuro, de las que yo estaré completamente desconectado.
-Tu hijo se llama Zowie, y así fue bautizado, pero en público sueles llamarlo con el nombre de Joe, ¿por qué?
- No puedes gritar ¡Zowie! Entre una multitud, pero sí puedes gritar Joe. Queda mejor, pienso…
-Ocasionalmente has dejado a la gente del rock para tratar con la del cine. ¿Hay diferencia entre ellos?
-La gente del cine está loca. Los tipos del rock son unos irresponsables, pero no están chiflados.
-¿Ha disminuido tu “ego”?
-Bueno; espero que se haya moderado un poco, aunque yo sigo pensando que soy muy bueno haciendo música. En otros campos, como el de la interpretación cinematográfica, estoy bastante preparado para renunciar al título de “Número uno”. Antes solía pensar que era fundamental ser importante. Acabé preguntándome si lo que me ocurría no se debería exclusivamente a una gigantesca egolatría que no me dejaba razonar. Lo cierto es que tenía una idea exagerada respecto a mi importancia social. También supongo que es algo natural, ante cualquier éxito que se origina de la noche a la mañana. Creo que pensar así obedecía a una reacción química irreversible.
-¿Qué diferencias encuentras entre el David Bowie de hoy y el de ayer, en el plano musical?
-Ahora interpreto canciones más que apoyarme en caracterizaciones. Actualmente me siento feliz al final de un show y ya no necesito disfrazarme en el escenario. Solía esconderme detrás de todos aquellos disfraces porque, fundamentalmente, era un chico tímido. Tenía que emborracharme para asistir a una fiesta. Temía enfrentarme a más de tres o cuatro personas. Hasta ahora, siempre me resultó muy difícil superarlo. Solía comparar un concierto con una batalla: a un lado estaba yo y al otro estaba el público, el enemigo a vencer. Hoy lo veo como un gran diálogo: yo canto y el público aplaude.
-¿Cómo te resultó trabajar con Nagisa Oshima, el famoso director de “El Imperio de los Sentidos”, en la película “Merry Christmas Mr. Lawrence”, que interpretaste bajo sus órdenes?
-Trabajar con él supuso mi primera experiencia cinematográfica sin caer en el aburrimiento. En las restantes películas que interpreté pasaba más tiempo sentado, esperando, que trabajando ante las cámaras. Con Oshima no sucedió. Dos tomas y el plano estaba terminado. Después, Nagisa extraía la película de la cámara y la enviaba, envuelta en un simple papel, al Japón. Allí la montaban. El film se rodó en secuencias enteras. Por vez primera experimenté la satisfacción y la diversión que significan ser protagonista de una película…
-Bien, pero imagino que trabajar junto a Catherine Deneuve y Susan Sarandon en “The Hunger” (El Ansia), no resultó aburrido…
-Por supuesto que no. Catherine Deneuve es fantástica, distinta totalmente de la personalidad que suele dar o hacer creer al público. Es una mujer muy graciosa, bromista y extraordinariamente simpática. Susan Sarandon es una actriz muy dinámica. Resultó agradable trabajar con las dos.
-¿Qué es la fama para David Bowie?
-Como dijo Paul McCartney, la fama es frívola y no permanece durante mucho tiempo en el mismo lugar. El trabajo “sufre” y se resiente cuando la fama es grande. A mí me ocurrió. No es bueno trabajar para la fama… La fama debe ayudar a trabajar, simplemente…
-El tipo de vida que llevas, como “estrella” del rock y del cine, no parece brindar demasiadas oportunidades para entablar relaciones románticas y duraderas…
-Yo no entablo relaciones románticas. No lo hago porque todas las evidencias demuestran que a mi no se me dan. Tal vez sea por eso que me interesa más este tema para las letras de mis canciones.
-¿Piensas en la vejez?
-No me da miedo envejecer. En “The Hunger” (El Ansia) interpreté el papel de un personaje que vive 300 años. La edad no me aterroriza. A los 50 podré seguir componiendo y cantando. A los 50 y tantos se produjo el gran “boom” de Frank Sinatra. Yo, como Picasso, estaré en activo hasta los 90 años…
David Bowie Entrevista Revista Man 1990
David Bowie siempre fue un hábil manipulador de los «media». Sabía fascinar al entrevistador con su encanto particular, entendía la importancia de explicarse con claridad (y un poco de misterio), tenía en reserva frases contundentes que resolvían la necesidad de buscar un título llamativo. Ahora, aunque asume la fatalidad de con- versar para vender sus nuevos proyectos, se le nota más reservado.
-Supongo que no debería asombrarme de nada a estas alturas, pero... es horrorosa la atracción de la prensa por lo escabroso, ese morbo por las vidas ajenas que se esconde bajo una actitud puritana. Por ejemplo, todos los periódicos recogieron la demanda de una norteamericana, que me acusaba de violador y de haberle transmitido el sida. Luego, cuando desestimaron la demanda, pocos periódicos lo publicaron. Así que queda esa imagen de tipo peligroso, capaz de asaltar a una mujer. Hace poco, recogían una declaración de Angie, mi ex mujer, en la que me acusaba de haber tenido relaciones amorosas con Mick Jagger. No es nada nuevo, ya contaba algo parecido en su autobiografía. De repente, esa es la “gran noticia” respecto a David Bowie. Primero, violador; luego, homose-xual. Y es inútil intentar detenerlo, sería echar leña al fuego (suspiro).
-De acuerdo, hablemos de otras cuestiones. Hablemos de arte. ¿Sigues acudiendo a exposiciones, sigues comprando cuadros?
-Naturalmente. Lo que pasa es que el mundo del arte está ahora mismo más sujeto al marketing que el del rock. ¿Un caso? Julian Schnabel. Es el prototipo del artista que tiene un talento limitado pero que sabe venderse. Tiene argumentos muy convincentes para defender su trabajo y es capaz de apabullar a los críticos y a los ejecutivos de los museos. Se mueve, va a to das las fiestas e intimida a los nuevos ricos, que terminan pagando 100.000 dólares por una colección de platos rotos que Julian ha pegado a un lienzo. En un par de años, se avergonzarán y lo esconderán en un sótano.
-¿Hay algún pintor que te haya sor prendido últimamente?
-Respeto muchos a los artistas que están recuperando la tradición académica, retornando a lo figurativo. Por ejemplo, están los pintores de la Escuela Escocesa, que se reconocen alumnos de Caravaggio y Tintoretto. Formas humanas sobre fondos oscuros. Temas contemporáneos pero con la meticulosidad de los pintores renacentistas. Es muy interesante.
-¿Tienes la sensación de estar haciendo algo parecido en el ámbito del rock?
-Sería muy pretencioso por mi parte afirmar algo así. Además, ni siquiera sé si soy un puro artista de rock. Con Tin Machine, ciertamente hago rock, rock duro. Pero en mi repertorio hay de todo: música de vanguardia, sonidos étnicos, funk, soul, mucho pop. Ahora, que estoy revisando mi repertorio antiguo, he descubierto que soy más pop de lo que yo mismo imaginaba. "Changes" o "Life on Mars" son canciones ligeras, con estribillos fáciles, que cualquiera podría cantar. (Empieza a tararear "Starman").
-Me refiero a la premisa de la gira "Sound + Vision": tocar tus éxitos antiguos pero con una perspectiva diferente.
-Sí, se trataba de reinterpretarlas con imaginación. Por eso, no he usado a Carlos Alomar, que es el guitarrista que mejor me ha acompañado en los últimos tiempos. Para Carlos, mis canciones son demasiado familiares.
-Y has llamado a Adrian Belew, que es un auténtico monstruo de la guitarra. Vamos, que tiene un verdadero zoológico de sonidos en sus manos...
-Adrian es un músico de una intuición asombrosa. Brian Eno le había visto tocar con Frank Zappa; le llamamos para que metiera guitarra en las canciones de un LP mío, "Lodger". ¡Fue una verdadera encerrona! Teníamos las canciones medio grabadas, pero sin voz: le poníamos las cintas y él tenía que responder inmediatamente, tocar lo primero que se le ocurriera. Claro que él tiene tanta inventiva y tantos sonidos a su disposición que siempre salía algo fuerte, que luego nosotros encajábamos. Así que cuando se planteó la gira "Sound + Vision", le contraté, a él y a su banda. Lo extraordinario es que son un trío, guitarra, teclados y batería: ¡no usan bajo! Y llamé y a Erdal Kizilay, un bajista turco que vive en Suiza. No voy a ser modesto respecto a ellos: son increíbles, pueden sonar como un grupo de garaje en "Panic in Detroit", y luego, en "Starman", como toda una orquesta. Ya verás, ya verás.
-¿Eres consciente: de que la gira "Sound + Vision" será criticada como una concesión a la nostalgia?: «Ahí está Bowie, vendiendo sus viejas canciones».
-He dado en mi carrera todo tipo de giros, así que no me importa lo que digan. En realidad, he quemado etapas con tanta rapidez que hay canciones que deseché sin llegar a cansarme de ellas. Lo que pasó con "Sound + Vision" fue más sencillo. Rykodisc, una compañía norteamericana que se especializa en discos compactos, contactó conmigo, ya que quería reeditar mis viejas grabaciones. Me presentaron un proyecto fascinante: aprovechando las posibilidades de incluir más música en los compactos, querían complementar cada LP con grabaciones extra, caras B de singles, temas inéditos, maquetas, mezclas alternativas. Acostumbrado a trabajar con empresas enormes, que tratan discos antiguos como algo ínfimo, me impresionó el amor que esa gente puso en el proyecto. ¡Además, conocían grabaciones mías que yo había olvidado por completo! Cuando los de Rykodisc me dijeron «¿Puedes hacer algo para apoyar estas reediciones?», me lo pensé y contesté que sí. No había hecho nunca nada parecido, eso de ofrecer una panorámica de mis canciones: siempre estaba subordinado al concepto del momento, que me limitaba a la hora de establecer el repertorio. Me dije que podía hacerlo al menos una vez. Y nunca más.
-¿Es eso una promesa?
-¡Claro que sí! Si de algo se me puede acusar, no es precisamente de haber explotado mis aciertos, sean más o menos buenos. De hecho, he rehuido sistemática mente repetir las fórmulas. Y eso me ha creado conflictos, enormes conflictos, con las discográficas. Cuando estaba en RCA, vendieron "Young Americans" y se quedaron asustados cuando lo siguiente que les entregué fue "Low". Así que me empezaron a presionar: «Te daremos todo lo que quieras si vuelves a Filadelfia y haces otro disco de soul». Pero, aunque comprendiera su lógica comercial, yo no podía aceptar el trato. En aquella época, yo había olvidado mi fascinación por el sonido negro: estaba escuchando música alemana, Can y Kraftwerk, gente que tenía nuevos métodos de trabajo, otra actitud ante la creación en el estudio. Y así hice mi trilogía con Brian Eno, que fue saboteada por RCA: no querían o no sabían venderla. Por lo tanto, les dejé y fiché con EMI.
-Ahora, sin embargo, te vuelve a interesar la música de baile: has sacado remezclas de "Fame".
-¡Nunca me ha dejado de interesar la música de baile! Lo que ocurre es que debes hacerla cuando estás en esa onda. Y cuando tienes colaboradores adecuados. Por ejemplo, "Let's dance" no era más que otra canción mía, nada especial. Pero Nile Rodgers es un gran productor: se apropió del tema, lo reestructuró y lo convirtió en una pieza brutal, un sonido inmenso. Y además, con un increíble gancho comercial. Las remezclas de "Fame" obedecen a lo mismo, a mi deseo de trabajar con profesionales de la música de baile: Arthur Baker hizo dos remezclas asombrosas, John Gas y Mark The 45 King hicieron las otras. Es muy interesante dejar una obra tuya y ver cómo alguien la moldea en algo totalmente diferente.
-Tu anterior gira, dejando aparte el trabajo de Tin Machine, fue la "Glass Spider Tour". La reacción casi general fue negativa: dijeron que era un espectáculo desenfocado, que carecía de impacto.
-Hay algo de eso. Teníamos demasiada gente en el escenario, ocurrían cosas sin parar. Tin Machine y "Sound + Vision " son mi respuesta. Si en vez de actuar con un grupo amplio, sales al escenario con una banda mínima, ocurren cosas muy interesantes. Te tienes que apoyar en tres o cuatro personas, no puedes fallar o relajarte: todos damos más, aportamos más energía. Reemplazas los arreglos complica dos con energía primaria. Y eso es una sensación verdaderamente embriagadora.
-Sin embargo, "Sound + Vision" también se ha convertido en un montaje complicado...
-Sí, lo de preparar las canciones resultó relativamente fácil, todo lo fácil que puede ser aprenderse 30 o 40 temas para músicos que, en algún caso, nunca antes habían tocado nada mío. Lo que no puedes olvidar es que la gira se llama "Sound + Vision". La parte Vision incluye una utilización del vídeo y del cine que me parece bastante insólita. Hay una relación muy cuidada entre la música y el elemento visual. Y un montaje muy complejo, con imágenes controladas por un ordenador que da la señal de inicio de cada canción al batería. Creo que es una de las giras mejor concebidas de toda mi historia, junto a "Station to station", donde lo importante era la iluminación.
-¿Cuál ha sido la aportación de Edouard Lock, el coreógrafo/escenógrafo de La La La Human Steps?
-Mi admiración por Lock y La La La Human Steps es ilimitada, es el mejor grupo de ballet moderno. Les conocí en Montreal, donde tienen su base, y acordamos hacer algo juntos. No pudo ser con la "Gira de la Araña de Cristal", porque ellos tenían compromisos previos. Luego, trabajamos en una pieza corta que yo interpreté en un concierto en beneficio del ICA (Instituto de Arte Contemporáneo) de Londres. En "Sound + Vision", tenía que contar con ellos para conceptualizar la gira en términos visuales.
-¿Qué imagen tiene Lock de Bowie?
-¡No soy tan vanidoso como para hacerle esa pregunta! (risas). Edouard opina que se ha desvirtuado la presentación del rock en directo, cuando se trata de grandes recintos. Para él, la gente no acude allí para oír: es obvio que su equipo de música les dará mejor sonido. La gente acude para ver al artista, para experimentarle de primera mano. Lock detesta los escenarios grandes ya que consiguen que el artista parezca aún más pequeño. Por eso, ha decidido utilizar vídeo y cine, proyecciones que integran al artista -en este caso, su humilde servidor- en la arquitectura del escenario. Creo que el resultado es emocionante: es emocionante para mí, es emocionante para el público, es emocionante para todos los que han trabajado en "Sound + Vision". No se puede pedir más a un espectáculo musical, ¿verdad?
-Aparte de la gira, ¿qué emociona a David Bowie?
-Sigo encandilado por el cine. Tengo proyectos en desarrollo, libros comprados para convertir en películas. Pero no me hago demasiadas ilusiones, ya que el cine es una industria casi impenetrable. Es decir, hay demasiados intereses: actores, director, sindicatos, productores, distribuidores. El conseguir hacer una película y que se estrene en condiciones normales, uff... me parece un milagro. En comparación con el mundo de la música, el cine es un medio conservador, casi inaccesible, brutal en relación con el creador.
-Después de "Sound + Vision", ¿qué cabe esperar de Bowie?
-Otro LP de Tin Machine y una gira con ellos. He encontrado mucho cinismo con ese proyecto: «Bowie quiere rejuvenecer su público, atraer al público de Guns'n'Roses». Quiero rejuvenecerme yo mismo: es, poco más o menos, la música que yo tocaba en los años sesenta, rock blues muy fuerte, con intensidad y volumen. Pero también tengo otros planes: hacer un disco por mi cuenta, sin ideas preconcebidas. Entrar en el estudio sin canciones preparadas, agarrar los instrumentos y empezar a buscar ideas.
-Llevas casi treinta años en activo. Es obvio que podrías retirarte y vivir de y las rentas. ¿Qué te motiva en estos momentos?
-¿Quieres la respuesta vulgar o la res puesta elegante? La vulgar sería: me divierte. La fina: considero que el arte es un elemento integral de mi vida y continuaría creando algo aunque no tuviera público masivo detrás de mí. Aunque me parece romántica la idea del artista de rock, no me considero una persona del rock. He combinado un poco de todo: teatro, cine, pintura, danza. En la música, he recurrido a todos los idiomas disponibles, desde la vanguardia hasta los sonidos étnicos. Se trata de tejer todas estas influencias y lograr una obra que responda a mis inquietudes. Podrías calificarme como un artista pretencioso... o si te sientes benévolo, un artista «ecléctico». ¿Qué tal te suena? (carcajada).