domingo, 27 de noviembre de 2016

David Bowie, Historia del Rock, El País





Entrevista El País 1987


Entrevista El País. Diego A.Manrique

El hombre domina el arte de las relaciones públicas. En un momento delicado de su carrera musical ha sabido congraciarse con la prensa europea al recorrer diferentes capitales anunciando su nueva tanda de conciertos, la Gira de la Araña de Cristal. En todas las paradas ha presentado a su grupo de acompañamiento y, en insólita muestra de generosidad, ha tocado un par de números como propina de tumultuosas conferencias de prensa. Por lo que respecta a Madrid, no para de desmentir la especie de que alguna vez afirmó que nunca tocaría en España por el carácter africano de sus habitantes. Pone la mano en el pecho y eleva la voz:

- “¡Nunca dije eso! No sé quién pudo inventarse semejante patraña. Vine a España cuando era un crío y guardo buenos recuerdos. De hecho, tengo un especial interés en actuar en los países de habla hispana. Mi director musical, Carlos Alomar, es suramericano, así que no tengo ningún prejuicio. De hecho, me excita tocar en un sitio nuevo. Quiero que quede claro que no tengo nada contra España. Excepto que hoy, lunes, está cerrado el Museo del Prado. ¡Qué decepción!

De paso, pone cara de intensa sinceridad para remachar su gran interés por el arte español, “especialmente la pintura y el cine. Buñuel y Dalí son dos grandes influencias en mi obra. De hecho me llevé Un perro andaluz de gira en 1976. En vez de contratar a un grupo de rock cualquier como teloneros, proyectábamos la película, que encajaba con una escenografía muy brechtiana, todo blanco y negro. Me complació comprobar que, 50 años después de ser rodada, el público todavía se quedaba boquiabierto con la escena del corte del ojo. ¡Algo extraordinario! Un público que creía haber visto todo se asustaba. Hubo quien creyó que era una obra de algún nuevo realizador punk. No sabían nada, no tenían ni idea de dónde salían esas imágenes, pero se sentían tocados por algo revolucionario. ¿Ha leído Mi último suspiro, la autobiografía de Buñuel? Un libro muy franco, muy honesto”.


Que se sepa que pronuncia correctamente el nombre del aragonés. Y que entra gozoso al capote de la literatura.” ¡Leo de todo! Desde un periodicucho a un tomo de filosofía, lo que tenga al alcance de la mano. Cuando estoy en casa puedo devorar dos o tres libros por día. Tengo una devoción especial por la literatura rusa, y Dostoievski nunca está muy lejos de mi cama. Pero también me fascinan autores modernos con sentido del humor, Martin Amis o Julian Barnes. ¿Se conocen aquí? Pues habría que hacer algo por ellos”.


Para Bowie, casa es ahora un chalé en Suiza, cerca de Ginebra. “¡Aunque no puedo decir que tenga echadas allí mis raíces! Quiero explicarte cómo es mi vida. El pasado año estuve bastante tiempo en Montreaux, produciendo Blah, blah, blah para mi buen amigo Iggy Pop. Luego llegó el turno de hacer mi propio disco. Desde Navidades he pasado varias semanas entre Hollywood y Nueva York haciendo vídeos con Julian Temple y Jean Baptiste Mondino. Ahora recorro Europa y vuelvo a Estados Unidos para poner a punto la gira. Así que tampoco estaré mucho tiempo en Suiza durante 1987. Y tengo el compromiso de hacer un par de películas el próximo año. Suiza es mi hogar esporádicamente, el sitio donde dejo mis maletas al final del trabajo. No me quejo: vivir en la carretera también tiene sus encantos”.

- Se supone que la Confederación Helvética es el reino del aburrimiento.

- ¡Pero tiene sitios maravillosos para esquiar! Además, los suizos no me molestan. En absoluto. No sé si me reconocen, pero está claro que no se sienten impresionados por las celebridades. Son gente de las montañas, muy secos, muy serios, no se sorprenden por nada. Y eso hace que la existencia sea muy agradable. De todas formas, cuando quiero pasar inadvertido en cualquier país lo consigo sin dificultades.

- Me gustaría saber cómo se logra el anonimato cuando se tiene su tipo de fama.

- Lo primero es no avisar a la prensa (risas). En realidad es cuestión de actitud mental. Yo quiero llevar una vida normal, y bajo a las ciudades cuando me apetece comer de restaurante o ir al teatro. Es algo totalmente necesario. De otro modo terminas convertido en Elvis Presley, Michael Jackson o Prince. Un recluso encerrado en cuatro paredes lujosas, sin feedback de la gente.

- No es algo saludable.

- Desde luego. Lo probé hace 10 o 15 años. ¡Y fue asqueroso!

Se refiere a un tormentoso periodo de su vida en Los Ángeles. Rachas de ocho días sin dormir, a base de cocaína y delirios como los flirteos con la magia negra. Una existencia crepuscular que le convirtió en una parodia demacrada de rock star, capaz de afirmar con total seriedad, a su retorno al país natal, que “el Reino Unido necesita un dictador, y yo no lo haría mal”. Por aquel tiempo visitó a un semidesconocido Bruce Springsteen en el estudio, y el aterrado norteamericano estuvo a punto de escapar por piernas. Las obligaciones familiares le rescataron del borde del abismo justo a tiempo.

- Me separé de Angie, mi mujer. Y me correspondió la custodia de nuestro hijo. Fue hace 10 años. Esa responsabilidad cambió mi estilo de vida. Me trasladé a Berlín con Brian Eno y aquello fue mi terapia. Ahora tengo que pensar por dos personas, debo ser muy cuidadoso y considerar su futuro. Cuando solo pensaba en mí mismo llevaba una vida muy arriesgada y las cosas se pusieron muy peligrosas.

- ¿Cuántos años tiene Joey?

- Quince para hacer 16. Es un chico grande, ¡ya está dejándome pequeño a su lado! Un chico muy atlético, le gusta el rugby y el esquí. Pero también es buen estudiante. Mucho más académico y metódico que yo. En este momento le interesa el mundo del cine y el vídeo, pero en la parte técnica. Tampoco quiere tocar, aunque oye cantidad de música: los Beastie Boys, Run DMC, todo el hi hop neoyorquino. Es un joven perfectamente normal, como cualquiera de su edad.

Lo anuncia con rotundidad. En su familia hay una larga tradición de enfermedades mentales y es éste un fantasma demasiado preocupante para un padre modélico.

También se apresura a disipar cualquier sospecha de vida heterodoxa (“no soy ni homosexual ni bisexual”), y asegura ser un divorciado feliz de no tener ataduras, “como los marineros, un amor en cada puerto”. Una decepción para los que gustaban de considerarle el paradigma de no sé qué decadencia, para esa sección de seguidores que ahora manifiestan sentirse decepcionados ante una supuesta traición a su concepto de renovación permamente y en punta,

- Parece que el nombre de David Bowie ya no es una garantía de comercialidad; al menos, sus últimos trabajos para bandas sonoras han vendido por debajo de lo esperado. ¿Es consciente de que existe una cierta hostilidad hacia su persona?

- Sí, naturalmente. Pero esas posturas nunca me han afectado. Siempre he trabajado para mí mismo, no para la audiencia. Si me gusta lo que hago, presumo que algunas personas lo apreciarán.  Muchas o pocas, eso no me importa. Mientras yo disfrute creando seré feliz.

- Eso no coincide con la impresión de que últimamente descuida la música, ya que lo que le interesa de verdad es el cine.

- Me gustaría ser claro en esto: la música es y será siempre lo primero. Pero esa prioridad no me impide plantearme el paso al cine. He estado a las órdenes de buenos realizadores, gente como Nagisa Oshima o Nicholas Roeg, y he aprendido. Lo próximo es dirigir mi propia película. Tengo un par de guiones propios, de los cuales no debo comentar mucho por razones obvias. Uno de ellos está siendo desarrollado con ayuda de un amigo; en cuanto terminemos habrá que considerar cuándo y con quién lo filmamos.

Por el momento, el cantante se conforma con tomar una activa participación en el proceso de realizar sus vídeos promocionales, que concibe en detallados storyboards antes de ponerse en manos de expertos en el tema.

- En sus últimos clips abundan las críticas al racismo, a la violencia institucional, a la explotación. Supongo que no es una coincidencia.

- ¡No, no no!” Es algo totalmente deliberado. Mi razonamiento es que si cuentas con cuatro minutos gratuitos en las televisiones del mundo, debes usarlos para algo valioso, decir algo contundente que cause impresión cada vez cada vez que se vea. La verdad es que los vídeo-clips son actualmente algo odioso que no se distingue demasiado del resto de la programación televisiva; yo solo veo los noticiarios y los documentales. Desgraciadamente, los vídeos de hoy son muy malos, solo pretenden reflejar la última moda con imágenes muy bonitas. ¡Es tan vulgar! Yo quiero que mis vídeos no pasen inadvertidos, que mantengan la misma fuerza de mis canciones. Así que escribo los guiones con el mismo cuidado que pongo en escribir letras. Ya sé que eso me puede colocar en una situación incómoda. Me acabo de enterar de que la BBC ha vetado el vídeo que hicimos para Day in, day out. Dicen que hay demasiado sexo y violencia…

- Hay quien duda de que el rock sea un medio adecuado para transmitir mensajes.

- ¿Mensajes de crítica social? ¡Pero si el rock es una de las pocas artes auténticamente vivas! Refleja la vida de las gentes, es un medio populista. Mucho más que la pintura, la escultura o, incluso el teatro. Solo el cine puede competir en eso de cambiar la forma en que piensa la gente sobre determinados asuntos. Piense en los años sesenta, cuando el rock y el soul se unieron al movimiento por los derechos civiles de los negros. Luego, gente como los MC5 recondujeron la lucha a otros campos: el rock alteró nuestra visión de la guerra de Vietnam. En los setenta, el punk denunció las condiciones económicas de la recesión europea. Ahora, Live Aid ha dirigido la atención hacia el hambre en África. El rock contribuye al cambio social y eso me enorgullece.

- ¿No está perdiendo fuerza esa voluntad testimonial con tantos discos y recitales benéficos?

- Hum… Creo que aquí viene bien eso que decía McLuhan del mensaje y el masaje de los medios. Cuando el rock se hizo accesible, invadiendo la radio y la televisión, cambió su naturaleza. En este momento tiene sentido usar la música para difundir comentarios sociales, eso debería ser parte integral de la actividad de todos los músicos. Me considero realista: sé que el dinero que se obtiene en esas iniciativas no sirve para mucho, son problemas tan enormes que solo podrían resolverse con la actuación conjunta de todos los gobiernos. Pero el mero hecho de llamar la atención sobre esas situaciones  justifica cualquier esfuerzo.

- Es una sorpresa encontrarse con un David Bowie activista. O al menos, nada cínico.

- ¡Nunca he sido un cínico, es lo último que se me puede llamar! Nunca lo he sido… Bueno, cuando era joven, tal vez lo era un poco. Claro que no sé si se puede decir que todos los jóvenes son cínicos. Aunque fuera así, tengo 40 años y ya no sería cínico del mismo modo. Solo me siento cínico respecto a las autoridades, y eso no es nuevo para mí. Pero nunca he manifestado cinismo respecto a las injusticias, las privaciones de los que no tienen nada. ¡No puedes serlo!

- ¿Usa su derecho al voto?

- ¡No me dejan votar en Suiza! Si tuviera que hacerlo en el Reino Unido sería difícil. Desde luego, nunca votaría conservador. El gobierno de Thatcher es el fin del país. Por otro lado, los laboristas se han fragmentado en varias tendencias y no sabes a quién estás votando.

David Bowie, modelo 87, resulta asombrosamente razonable. No tiene inconveniente en reconocer que su nuevo disco grande, Never let me dow, está influido por los vientos que soplan hacia el rock de los sesenta: “Es la música de mis orígenes y resulta vivificante volver a las fuentes, a las guitarras eléctricas. A diferencia de mi elepé anterior, he compuesto prácticamente todo y no es casual que haya partes que suenan a John Lennon o Smokey Robinson”.

- Me cuesta pensar objetivamente sobre mi carrera. Tiendo a no detenerme mucho en el pasado.

- ¿Por qué vuelve a los escenarios un hombre maduro que no necesita estos sobresaltos?

- ¡Ja! Es una forma curiosa de plantearme el tema; habitualmente, me acribillan a preguntas sobre los motivos de que no actúe más frecuentemente. Personalmente, puedo asegurarle que no hago una gira si no es realmente, realmente, excitante la perspectiva de volver al directo. La anterior, la Serious moonlight tour, fue fantástica, llevaba cinco años sin tocar. Pero terminas y te dices “nunca más”. Luego, al año siguiente, ves cosas en la televisión o en la calle y piensas “Esto podría funcionar en el escenario, sería maravilloso encajarlo con tal canción, acoplarlo a ver qué pasa”. Así, en dos o tres años tienes en la cabeza el diseño de un nuevo espectáculo y, de repente, “sería fabuloso volver a las tablas”. Y ya está.  Así funciono yo. Apuesto a que, cuando termine el recorrido, anunciaré que en la vida lo repetiré.

- ¿Le afecta ese famoso miedo al escenario?

- ¡Jamás! Excepto en los 15 minutos anteriores al comienzo. En esos momentos  me siento mal, me duele todo. Pero cuando se las cortinas, todo se olvida, estoy como en casa.

- Aparte del económico, ¿qué sentido tiene tocar en estadios de fútbol? No parece que haya mucha posibilidad para una comunicación genuina.

- Te acostumbras. La última gira comenzó en el US Festival californiano, ante 300.000 espectadores. Nunca había hecho nada parecido y pensé que no sobreviviría. ¡Era una sensación tan extraña! Luego aprendes a entender las claves de los grandes recintos y terminas dominándolos. Puedo tocar en cualquier lugar y sentirme confortable.

También parece cómo ahora, vestido de teddy boy fino, con flequillo dócil y semblante radiante. Tal vez ya no sea capaz de dar nuevos golpes de timón al fragmentado buque del rock, pero da la extraña sensación de ser un novato apasionado por su primera gira importante. En realidad, es un joven urbano y profesional que tiene el reto de defender un ilustre pasado ante masas devotas. No es una aventura de gran riesgo.

- ¿Qué le motiva a estas alturas?

- El vivir. Todavía considero emocionante la vida. Me despierto por las mañanas y pienso: “¿Qué me traerá este nuevo día ¿”. Es un privilegio poder expresar lo que siento y lo que veo a lo largo de una jornada. Me excita poder hacerlo como actor, como compositor o como cantante. Todavía hay en mí la necesidad de ser artista. Cuando se acabe ese deseo yo pararé. Si intentas prolongar la creatividad sin esa fascinación, te engañas: estás definitivamente acabado.

- ¿Ha previsto lo que ocurrirá cuando le llegue ese momento de la verdad? Muchos creadores se autodestruyen o se refugian en las verdades simples de cualquier tipo de religión.

- Uh, uh. No sé si eso se aplicará a mi caso. Supongo que tengo necesidades religiosas, pero estoy seguro de que no soy una persona religiosa. La única vez que he sentido que tenía una respuesta respecto a cuestiones religiosas, aunque mejor sería decir espirituales, fue cuando me hice budista. Claro que eso es muy típico  de la edad joven. Yo solo fui budista durante algo así como 15 minutos, pero bastante de esa filosofía ha quedado dentro de mí. Por ejemplo, el concepto de los transitorio, el saber que no debes aferrarte a nada, la actitud respecto a las cosas materiales. Lo único que te puede mantener a lo largo de los años es el sentimiento de compasión por los seres humanos. Ése es el único foco espiritual de mi vida. Respecto al cristianismo…, ya sé lo que está mirando: la cruz que llevo al cuello. ¿Debo explicarlo? La tuve desde pequeño, me he habituado a ella y me encontraría mal si me la quitara.

David Bowie - Penthouse Entrevista 1984


No me da miedo envejecer. En “The Hunger” (El Ansia) interpreté el papel de un personaje que vive 300 años. La edad no me aterroriza. A los 50 podré seguir componiendo y cantando. A los 50 y tantos se produjo el gran “boom” de Frank Sinatra. Yo, como Picasso, estaré en activo hasta los 90 años…



David Bowie – Entrevista exclusiva

“La fama de bisexual me sigue desde hace años…”

Actualmente, David Bowie tiene 37 años. Es alto y delgado, con el pelo rubio brillante. Su ojo derecho es de color azul, y el izquierdo marrón oscuro; ello es consecuencia de una pelea callejera infantil y de un puñetazo que le paralizó la pupila.

David Bowie es consciente de que existen muchos riesgos en la carrera de un actor. Lo sabe porque ya actuó en “El Hombre Elefante”, en Broadway, y en el film “The Man sho Fell to Earth” (El hombre que cayó a la tierra), hace más de nueve años. Dice al respecto:

Correr riesgos forma parte de un sentimiento de inseguridad, que es el que más prefiero…

No se ha aislado de la música. Él mismo calcula que sus últimas giras le han significado más de 12 millones de libras esterlinas de beneficio neto.

David también recuerda otra conversación que tuvo con John Lennon, poco antes de que John fuera asesinado, en la que hablaron sobre el tipo de música que deberían hacer. Lennon le dijo. “No queda mucho por decir, excepto conservar lo que tenemos porque no va a permanecer ahí mucho tiempo…” Fueron unas palabras proféticas, por lo que ocurrió con el ex Beatle.

Hace seis años, en Los Ángeles, David Bowie se dio cuenta de que a no ser que cambiara radicalmente de vida, tampoco él iba a durar mucho más.

-¿Cómo llegaste a una reflexión tan angustiosa?

-Me sentía físicamente engullido. Estaba sufriendo algo más fuerte que una depresión nerviosa. Me sentía desorientado con todo lo que me envolvía. Tomaba cantidad de drogas para poder trabajar y me asqueaba el entorno que me rodeaba. Tuve que abandonar Bel Air, porque tenía que liberarme de las drogas, de la destrucción causada por el ambiente -que en California resulta espantoso-, y de las pésimas relaciones que mantenía. Me marché a Berlín, que resultó una excelente ciudad. En Berlín la cosa iba de supervivencia. Ni hablar de rock… Yo mismo tenía que comprar la comida y fregar los platos. Quizás suene estúpido, pero jamás había lavado un vaso en mi vida. Aquello se convirtió en algo importante, así de repente, por encima de muchas otras cosas que habían dominado mi vida hasta entonces… De pronto, podía dormir por las noches. En California no lo lograba: estuve levantada una semana toda entera, sin acostarme para nada. También alucinaba. Mis alucinaciones adquirieron formas mitológicas. Me encontraba viviendo en la época del Rey Arturo (lo que podía significar algún deseo escondido hacia Inglaterra). Pensé que “Arturo” podía ser un buen título para una película o para una canción. Lo cierto es que me iba construyendo un pequeño mundo que estaba divorciado de la realidad…

-Tu fuiste la primera figura importante del rock que admitía ser bisexual…

-Solía ir a bailar a unos clubs un tanto especiales. Fue un periodo durante el cual estaba experimentando sexualmente las dos posibilidades. Un periodista, que sabía que frecuentaba aquellos locales, me preguntó si era cierto lo que se comentaba de mí. Le respondí que sí, que era bisexual. De allí arrancó todo. Aquello se convirtió en una especie de titular sensacionalista que he tenido que soportar durante mucho tiempo.

-¿Qué recuerdas de la infancia?

-No fue feliz. No me llevaba muy bien con mi madre, y mi padre -que ya ha muerto- era un hombre estupendo que tenía que poner paz en las peleas. Teníamos una casa de cuatro habitaciones en Brixton. Mi padre trabajaba mucho y mi madre era acomodadora en un cine y así ayudaba en los gastos. Una de las habitaciones estaba alquilada a una prostituta. Lo supe años después… Mi hermana se casó con un egipcio, hace más de 20 años. Creo que ahora esta en un harén. Mi hermano Terry se encuentra en un centro psiquiátrico. Hay una vena de locura en mi familia. Una vez llegué a penar que me iba a volver loco y que reventaría, como le ocurrió a Terry. Por tal razón, cuando pasé mi mala época en Estados Unidos, nunca fui a visitar a un psiquiatra. Pensaba que si descubrían como era yo en realidad, nunca conseguiría salir de allí. Estaba seguro de encontrarme en una situación límite…

-¿Cómo saliste de la situación?

-Tomé sobredosis un par de veces y a duras penas las superé. Sabía que tenía que marcharme de Bel Air si quería sobrevivir. Me estaba destrozando y me sentía asqueado de haber caído tan bajo. Antes de llegar a este extremo, había vivido una temporada satisfactoria… Tenía un hijo, aunque no le dedicaba el tiempo necesario. Joe (que ahora tiene 12 años) era muy importante para mí, y si él tenía un futuro también yo debía tenerlo… pero, ¿qué estaba haciendo para conseguirlo?...

-¿Qué nos dices de tus primeros éxitos discográficos?

-Había estado grabando discos, sin ningún éxito, desde hacía varios años, y fue en 1969 cuando lancé “Space Oddity”. La compuse con la idea de cantarla con un amigo mío, John Hutchinson. Intentábamos ser “Hutch y Bowie”, pero John se retiró de la profesión dos días antes de la grabación, porque se había casado y tenía un niño. Así que lo hice yo solo, como David Bowie, y salió bien…

-“Space Oddity” fue tu primer gran éxito y siguió siendo suficientemente importante para ti hasta 1980, como para actualizarlo en “Ashes to Ashes”, del álbum “Scary Monsters”…

-Mis ideas todavía no habían cuajado cuando compuse “Space Oddity”. Pero después, cuando me dediqué a componer las canciones para Ziggy Stardust, me di cuenta de que éstas serían el perfecto vehículo para utilizar finalmente lo que yo sabía; la forma de coger el toro por los cuernos y conjugarlo absolutamente todo. Sabia que tenía que formar un buen grupo y, al mismo tiempo, a medida que el personaje de Ziggy Stardust iba desarrollándose, se produjo una gran influencia de lo oriental -desde el teatro japonés Kabuki, fundamentalmente- hasta los elementos de la pantomima. Y todo evolucionó, convirtiéndose en algo lleno de fantasía…

-Hace tiempo que te divorciaste de Angela, tu mujer, y no la has visto desde hace años, ¿no es cierto?

-Si. Ahora puedo recordar vagamente que una vez estuve casado.

-¿Te casarías otra vez?

-Si me enamorara, quizás…

-¿Eres el tipo de hombre que una chica puede invitar a tomar una taza de té con su madre?

-Eso depende de la madre…

-¿Aconsejarías a tu hijo en contra del negocio del espectáculo?


-No lo haría, pero le sugeriría que me preguntara cómo funciona todo esto. Todavía es un niño y no es consciente de que exista ningún estilo extraño de vida. No tiene problemas…

-Supongo que debes revivir bastantes cosas de tu pasado al ver crecer a tu hijo…

-Efectivamente.  A veces, Joe participa en mis giras, pero no creo que sea el tipo de vida que un chico debe llevar. Tiene muchos amigos y está viviendo lo que yo espero sea una infancia razonable, sin demasiadas “movidas” rockeras. Debido al estilo de vida que yo he llevado existe una buena relación entre nosotros. Espero, y creo, que siempre podrá preguntarme acerca de cualquier experiencia que vaya a realizar. Ya he dicho antes que deseo que me haga preguntas sobre todas las cosas que le interesen. También estoy convencido de que encontrará muchas novedades en el mundo futuro, de las que yo estaré completamente desconectado.

-Tu hijo se llama Zowie, y así fue bautizado, pero en público sueles llamarlo con el nombre de Joe, ¿por qué?

- No puedes gritar ¡Zowie! Entre una multitud, pero sí puedes gritar Joe. Queda mejor, pienso…

-Ocasionalmente has dejado a la gente del rock para tratar con la del cine. ¿Hay diferencia entre ellos?

-La gente del cine está loca. Los tipos del rock son unos irresponsables, pero no están chiflados.

-¿Ha disminuido tu “ego”?

-Bueno; espero que se haya moderado un poco, aunque yo sigo pensando que soy muy bueno haciendo música. En otros campos, como el de la interpretación cinematográfica, estoy bastante preparado para renunciar al título de “Número uno”. Antes solía pensar que era fundamental ser importante. Acabé preguntándome si lo que me ocurría no se debería exclusivamente a una gigantesca egolatría que no me dejaba razonar. Lo cierto es que tenía una idea exagerada respecto a mi importancia social. También supongo que es algo natural, ante cualquier éxito que se origina de la noche a la mañana. Creo que pensar así obedecía a una reacción química irreversible. 

-¿Qué diferencias encuentras entre el David Bowie de hoy y el de ayer, en el plano musical?

-Ahora interpreto canciones más que apoyarme en caracterizaciones. Actualmente me siento feliz al final de un show y ya no necesito disfrazarme en el escenario. Solía esconderme detrás de todos aquellos disfraces porque, fundamentalmente, era un chico tímido. Tenía que emborracharme para asistir a una fiesta. Temía enfrentarme a más de tres o cuatro personas. Hasta ahora, siempre me resultó muy difícil superarlo. Solía comparar un concierto con una batalla: a un lado estaba yo y al otro estaba el público, el enemigo a vencer. Hoy lo veo como un gran diálogo: yo canto y el público aplaude. 

-¿Cómo te resultó trabajar con Nagisa Oshima, el famoso director de “El Imperio de los Sentidos”, en la película “Merry Christmas Mr. Lawrence”, que interpretaste bajo sus órdenes?

-Trabajar con él supuso mi primera experiencia cinematográfica sin caer en el aburrimiento. En las restantes películas que interpreté pasaba más tiempo sentado, esperando, que trabajando ante las cámaras. Con Oshima no sucedió. Dos tomas y el plano estaba terminado. Después, Nagisa extraía la película de la cámara y la enviaba, envuelta en un simple papel, al Japón. Allí la montaban. El film se rodó en secuencias enteras. Por vez primera experimenté la satisfacción y la diversión que significan ser protagonista de una película…

-Bien, pero imagino que trabajar junto a Catherine Deneuve y Susan Sarandon en “The Hunger” (El Ansia), no resultó aburrido…

-Por supuesto que no. Catherine Deneuve es fantástica, distinta totalmente de la personalidad que suele dar o hacer creer al público. Es una mujer muy graciosa, bromista y extraordinariamente simpática. Susan Sarandon es una actriz muy dinámica. Resultó agradable trabajar con las dos.

-¿Qué es la fama para David Bowie?

-Como dijo Paul McCartney, la fama es frívola y no permanece durante mucho tiempo en el mismo lugar. El trabajo “sufre” y se resiente cuando la fama es grande. A mí me ocurrió. No es bueno trabajar para la fama… La fama debe ayudar a trabajar, simplemente…

-El tipo de vida que llevas, como “estrella” del rock y del cine, no parece brindar demasiadas oportunidades para entablar relaciones románticas y duraderas…

-Yo no entablo relaciones románticas. No lo hago porque todas las evidencias demuestran que a mi no se me dan. Tal vez sea por eso que me interesa más este tema para las letras de mis canciones. 

-¿Piensas en la vejez?

-No me da miedo envejecer. En “The Hunger” (El Ansia) interpreté el papel de un personaje que vive 300 años. La edad no me aterroriza. A los 50 podré seguir componiendo y cantando. A los 50 y tantos se produjo el gran “boom” de Frank Sinatra. Yo, como Picasso, estaré en activo hasta los 90 años…

David Bowie Entrevista Revista Man 1990









David Bowie siempre fue un hábil manipulador de los «media». Sabía fascinar al entrevistador con su encanto particular, entendía la importancia de explicarse con claridad (y un poco de misterio), tenía en reserva frases contundentes que resolvían la necesidad de buscar un título llamativo. Ahora, aunque asume la fatalidad de con- versar para vender sus nuevos proyectos, se le nota más reservado.


-Supongo que no debería asombrarme de nada a estas alturas, pero... es horrorosa la atracción de la prensa por lo escabroso, ese morbo por las vidas ajenas que se esconde bajo una actitud puritana. Por ejemplo, todos los periódicos recogieron la demanda de una norteamericana, que me acusaba de violador y de haberle transmitido el sida. Luego, cuando desestimaron la demanda, pocos periódicos lo publicaron. Así que queda esa imagen de tipo peligroso, capaz de asaltar a una mujer. Hace poco, recogían una declaración de Angie, mi ex mujer, en la que me acusaba de haber tenido relaciones amorosas con Mick Jagger. No es nada nuevo, ya contaba algo parecido en su autobiografía. De repente, esa es la “gran noticia” respecto a David Bowie. Primero, violador; luego, homose-xual. Y es inútil intentar detenerlo, sería echar leña al fuego (suspiro).



-De acuerdo, hablemos de otras cuestiones. Hablemos de arte. ¿Sigues acudiendo a exposiciones, sigues comprando cuadros?


-Naturalmente. Lo que pasa es que el mundo del arte está ahora mismo más sujeto al marketing que el del rock. ¿Un caso? Julian Schnabel. Es el prototipo del artista que tiene un talento limitado pero que sabe venderse. Tiene argumentos muy convincentes para defender su trabajo y es capaz de apabullar a los críticos y a los ejecutivos de los museos. Se mueve, va a to das las fiestas e intimida a los nuevos ricos, que terminan pagando 100.000 dólares por una colección de platos rotos que Julian ha pegado a un lienzo. En un par de años, se avergonzarán y lo esconderán en un sótano.


-¿Hay algún pintor que te haya sor prendido últimamente?


-Respeto muchos a los artistas que están recuperando la tradición académica, retornando a lo figurativo. Por ejemplo, están los pintores de la Escuela Escocesa, que se reconocen alumnos de Caravaggio y Tintoretto. Formas humanas sobre fondos oscuros. Temas contemporáneos pero con la meticulosidad de los pintores renacentistas. Es muy interesante.


-¿Tienes la sensación de estar haciendo algo parecido en el ámbito del rock?


-Sería muy pretencioso por mi parte afirmar algo así. Además, ni siquiera sé si soy un puro artista de rock. Con Tin Machine, ciertamente hago rock, rock duro. Pero en mi repertorio hay de todo: música de vanguardia, sonidos étnicos, funk, soul, mucho pop. Ahora, que estoy revisando mi repertorio antiguo, he descubierto que soy más pop de lo que yo mismo imaginaba. "Changes" o "Life on Mars" son canciones ligeras, con estribillos fáciles, que cualquiera podría cantar. (Empieza a tararear "Starman").


-Me refiero a la premisa de la gira "Sound + Vision": tocar tus éxitos antiguos pero con una perspectiva diferente.


-Sí, se trataba de reinterpretarlas con imaginación. Por eso, no he usado a Carlos Alomar, que es el guitarrista que mejor me ha acompañado en los últimos tiempos. Para Carlos, mis canciones son demasiado familiares.


-Y has llamado a Adrian Belew, que es un auténtico monstruo de la guitarra. Vamos, que tiene un verdadero zoológico de sonidos en sus manos...


-Adrian es un músico de una intuición asombrosa. Brian Eno le había visto tocar con Frank Zappa; le llamamos para que metiera guitarra en las canciones de un LP mío, "Lodger". ¡Fue una verdadera encerrona! Teníamos las canciones medio grabadas, pero sin voz: le poníamos las cintas y él tenía que responder inmediatamente, tocar lo primero que se le ocurriera. Claro que él tiene tanta inventiva y tantos sonidos a su disposición  que siempre salía algo fuerte, que luego nosotros encajábamos. Así que cuando se planteó la gira "Sound + Vision", le contraté, a él y a su banda. Lo extraordinario es que son un trío, guitarra, teclados y batería: ¡no usan bajo! Y llamé y a Erdal Kizilay, un bajista turco que vive en Suiza. No voy a ser modesto respecto a ellos: son increíbles, pueden sonar como un grupo de garaje en "Panic in Detroit", y luego, en "Starman", como toda una orquesta. Ya verás, ya verás.


 -¿Eres consciente: de que la gira "Sound + Vision" será criticada como una concesión a la nostalgia?: «Ahí está Bowie, vendiendo sus viejas canciones». 


-He dado en mi carrera todo tipo de giros, así que no me importa lo que digan. En realidad, he quemado etapas con tanta rapidez que hay canciones que deseché sin llegar a cansarme de ellas. Lo que pasó con "Sound + Vision" fue más sencillo. Rykodisc, una compañía norteamericana que se especializa en discos compactos, contactó conmigo, ya que quería reeditar mis viejas grabaciones. Me presentaron un proyecto fascinante: aprovechando las posibilidades de incluir más música en los compactos, querían complementar cada LP con grabaciones extra, caras B de singles, temas inéditos, maquetas, mezclas alternativas. Acostumbrado a trabajar con empresas enormes, que tratan discos antiguos como algo ínfimo, me impresionó el amor que esa gente puso en el proyecto. ¡Además, conocían grabaciones mías que yo había olvidado por completo! Cuando los de Rykodisc me dijeron «¿Puedes hacer algo para apoyar estas reediciones?», me lo pensé y contesté que sí. No había hecho nunca nada parecido, eso de ofrecer una panorámica de mis canciones: siempre estaba subordinado al concepto del momento, que me limitaba a la hora de establecer el repertorio. Me dije que podía hacerlo al menos una vez. Y nunca más.


-¿Es eso una promesa?


-¡Claro que sí! Si de algo se me puede acusar, no es precisamente de haber explotado mis aciertos, sean más o menos buenos. De hecho, he rehuido sistemática mente repetir las fórmulas. Y eso me ha creado conflictos, enormes conflictos, con las discográficas. Cuando estaba en RCA, vendieron "Young Americans" y se quedaron asustados cuando lo siguiente que les entregué fue "Low". Así que me empezaron a presionar: «Te daremos todo lo que quieras si vuelves a Filadelfia y haces otro disco de soul». Pero, aunque comprendiera su lógica comercial, yo no podía aceptar el trato. En aquella época, yo había olvidado mi fascinación por el sonido negro: estaba escuchando música alemana, Can y Kraftwerk, gente que tenía nuevos métodos de trabajo, otra actitud ante la creación en el estudio. Y así hice mi trilogía con Brian Eno, que fue saboteada por RCA: no querían o no sabían venderla. Por lo tanto, les dejé y fiché con EMI.



-Ahora, sin embargo, te vuelve a interesar la música de baile: has sacado remezclas de "Fame".


-¡Nunca me ha dejado de interesar la música de baile! Lo que ocurre es que debes hacerla cuando estás en esa onda. Y cuando tienes colaboradores adecuados. Por ejemplo, "Let's dance" no era más que otra canción mía, nada especial. Pero Nile Rodgers es un gran productor: se apropió del tema, lo reestructuró y lo convirtió en una pieza brutal, un sonido inmenso. Y además, con un increíble gancho comercial. Las remezclas de "Fame" obedecen a lo mismo, a mi deseo de trabajar con profesionales de la música de baile: Arthur Baker hizo dos remezclas asombrosas, John Gas y Mark The 45 King hicieron las otras. Es muy interesante dejar una obra tuya y ver cómo alguien la moldea en algo totalmente diferente.


-Tu anterior gira, dejando aparte el trabajo de Tin Machine, fue la "Glass Spider Tour". La reacción casi general fue negativa: dijeron que era un espectáculo desenfocado, que carecía de impacto.


-Hay algo de eso. Teníamos demasiada gente en el escenario, ocurrían cosas sin parar. Tin Machine y "Sound + Vision " son mi respuesta. Si en vez de actuar con un grupo amplio, sales al escenario con una banda mínima, ocurren cosas muy interesantes. Te tienes que apoyar en tres o cuatro personas, no puedes fallar o relajarte: todos damos más, aportamos más energía. Reemplazas los arreglos complica dos con energía primaria. Y eso es una sensación verdaderamente embriagadora.


-Sin embargo, "Sound + Vision" también se ha convertido en un montaje complicado...


-Sí, lo de preparar las canciones resultó relativamente fácil, todo lo fácil que puede ser aprenderse 30 o 40 temas para músicos que, en algún caso, nunca antes habían tocado nada mío. Lo que no puedes olvidar es que la gira se llama "Sound + Vision". La parte Vision incluye una utilización del vídeo y del cine que me parece bastante insólita. Hay una relación muy cuidada entre la música y el elemento visual. Y un montaje muy complejo, con imágenes controladas por un ordenador que da la señal de inicio de cada canción al batería. Creo que es una de las giras mejor concebidas de toda mi historia, junto a "Station to station", donde lo importante era la iluminación.


-¿Cuál ha sido la aportación de Edouard Lock, el coreógrafo/escenógrafo de La La La Human Steps?


-Mi admiración por Lock y La La La Human Steps es ilimitada, es el mejor grupo de ballet moderno. Les conocí en Montreal, donde tienen su base, y acordamos hacer algo juntos. No pudo ser con la "Gira de la Araña de Cristal", porque ellos tenían compromisos previos. Luego, trabajamos en una pieza corta que yo interpreté en un concierto en beneficio del ICA (Instituto de Arte Contemporáneo) de Londres. En "Sound + Vision", tenía que contar con ellos para conceptualizar la gira en términos visuales.


-¿Qué imagen tiene Lock de Bowie?


 -¡No soy tan vanidoso como para hacerle esa pregunta! (risas). Edouard opina que se ha desvirtuado la presentación del rock en directo, cuando se trata de grandes recintos. Para él, la gente no acude allí para oír: es obvio que su equipo de música les dará mejor sonido. La gente acude para ver al artista, para experimentarle de primera mano. Lock detesta los escenarios grandes ya que consiguen que el artista parezca aún más pequeño. Por eso, ha decidido utilizar vídeo y cine, proyecciones que integran al artista -en este caso, su humilde servidor- en la arquitectura del escenario. Creo que el resultado es emocionante: es emocionante para mí, es emocionante para el público, es emocionante para todos los que han trabajado en "Sound + Vision". No se puede pedir más a un espectáculo musical, ¿verdad?


 -Aparte de la gira, ¿qué emociona a David Bowie?


-Sigo encandilado por el cine. Tengo proyectos en desarrollo, libros comprados para convertir en películas. Pero no me hago demasiadas ilusiones, ya que el cine es una industria casi impenetrable. Es decir, hay demasiados intereses: actores, director, sindicatos, productores, distribuidores. El conseguir hacer una película y que se estrene en condiciones normales, uff... me parece un milagro. En comparación con el mundo de la música, el cine es un medio conservador, casi inaccesible, brutal en relación con el creador.


 -Después de "Sound + Vision", ¿qué cabe esperar de Bowie?


-Otro LP de Tin Machine y una gira con ellos. He encontrado mucho cinismo con ese proyecto: «Bowie quiere rejuvenecer su público, atraer al público de Guns'n'Roses». Quiero rejuvenecerme yo mismo: es, poco más o menos, la música que yo tocaba en los años sesenta, rock blues muy fuerte, con intensidad y volumen. Pero también tengo otros planes: hacer un disco por mi cuenta, sin ideas preconcebidas. Entrar en el estudio sin canciones preparadas, agarrar los instrumentos y empezar a buscar ideas.


-Llevas casi treinta años en activo. Es obvio que podrías retirarte y vivir de y las rentas. ¿Qué te motiva en estos momentos?


-¿Quieres la respuesta vulgar o la res puesta elegante? La vulgar sería: me divierte. La fina: considero que el arte es un elemento integral de mi vida y continuaría creando algo aunque no tuviera público masivo detrás de mí. Aunque me parece romántica la idea del artista de rock, no me considero una persona del rock. He combinado un poco de todo: teatro, cine, pintura, danza. En la música, he recurrido a todos los idiomas disponibles, desde la vanguardia hasta los sonidos étnicos. Se trata de tejer todas estas influencias y lograr una obra que responda a mis inquietudes. Podrías calificarme como un artista pretencioso... o si te sientes benévolo, un artista «ecléctico». ¿Qué tal te suena? (carcajada).


Hola! - Hello! Boda Iman y nacimiento hija





















miércoles, 23 de noviembre de 2016

David Bowie - Revista El Europeo, entrevista Junio 1990








Bye, Bye, BOWIE

El gran dios blanco del pop recorre el mundo despidiéndose de un repertorio de veinte años. «El fin de Bowie será para mí el principio de una nueva carrera», declara en la entrevista que publicamos. El «Camaleón» llegará a España en septiembre, después de que se hayan paseado por aquí otros ilustres «profesionales de la rebelión», los Rolling Stones, en junio. La «primera generación» envejece arrogante mientras trata de digerir sus contradicciones.

Martes por la tarde. Hilton, Park Lane. Los árboles deshojados de Hyde Park quedan ocultos por un enorme Bentley negro. Bowie se apea. Ni un movimiento agitado, ni flashes, ni guardaespaldas, ni rastro de los tics de una estrella del rock. En vez de eso, una atractiva charla con dos acompañantes, dos arrugas suaves en sus mejillas. Y en seguida ha desaparecido por el ascensor.

Dos minutos más tarde aparecen sus agentes de relaciones públicas montando un torbellino. Entrevista, cuarenta y cinco minutos o una hora, grita uno. Está de buen humor, de muy buen humor, grita el otro arrastrándome al ascensor. Ya arriba, se abre la puerta. David Bowie está de pie en una suite azul claro. Traje azul, camisa blanca. En la mano tiene una jarra con café, llena la taza y murmura: «Hola, soy David Bowie y sigo luchando con un pequeño jet-lag.»

-¿No está ya un poco harto de pasarse las noches en vela en las habitaciones de los hoteles?

-¡Por Dios!, no. Ahora viajo de otra forma y por eso puedo volver a disfrutar de los viajes. Con Tin Machine hemos ido de un sitio a otro en tren y en autobús.

-¿Qué tiene contra los aviones un hombre que siempre actúa como caído del cielo?

-Los aviones hacen estallar nuestra sensación natural del tiempo. Es simplemente monstruoso zumbar por el aire a 900 kilómetros por hora. No hay ninguna posibilidad de adaptarse al nuevo entorno. Es mucho más agradable acercarse lentamente a la meta, apearse un par de veces y charlar un poco con la gente. Un avión, por el contrario, no deja de ser un avión Y todo que le rodea es siempre lo mismo. Un manojo de aburridos ciudadanos del mundo, un par de azafatas sonriendo amablemente y desde ventanilla siempre el mismo panorama. La atmósfera terrestre en los alrededores de Tokio tiene exacta mente el mismo aspecto que sobre Los Angeles o París.

-¿Es este David Bowie natural, sencillo, que se pone a charlar con gusto con la población rural, su nuevo papel?

-No, ese es el David Bowie antiguo. Las épocas más bonitas de mi vida las he pasado en los Estados Unidos, en el Amtrak. Viaje con ese viejo ferrocarril hasta que se rompió.

«El miedo del diseñador salido de la probeta», escribía el New Musical Express sobre Tin Machine, y las otras reseñas tampoco fueron demasiado positivas. ¿Qué paso ha dado en falso David Bowie? 

-Un artista no hace nunca nada en falso. Sólo hace lo que tiene que hacer. Si eso concuerda o no con la moral de la época, no tiene ninguna importancia. Los periodistas me critican despiadadamente, porque quieren trepar rápidamente si defienden una opinión radical. Hoy es muy elegante considerarme una porquería. He sobrevivido a críticas más graves. Cuando me pongo a pensar el trato despiadado que tuvo en su época el disco Diamond Dogs, pienso que he salido bien librado en los últimos años. Aquel disco fue satanizado, mandado a la mierda. Hoy esa misma gente dice: «Estupendo, con ese disco Bowie dio en el blanco de los años 70.»

-¿Intenta usted ahora con su gira de despedida poner en claro el fenómeno Bowie como una serie de diferentes figuras artísticas?

-No. ¿A qué viene eso?

-Porque entonces no hubiese tenido que pulir tan ridículamente las viejas canciones como los Who o los Rolling Stones, sino que hubiese podido tocar de un modo muy elegante las versiones cover de los diferentes David Bowies.

-Una teoría interesante, pero en el fondo sólo subo al escenario para ofrecer el repertorio de mis últimos veinte años. Interpretaré al público lo que anteriormente ha seleccionado por teléfono, y espero que luego puedan dormir bien.

-¿Por qué no interpreta, hablando en propiedad, para el resto de su vida el símbolo Bowie? Con recetas parecidas otra gente ya ha envejecido y se ha hecho rica.

-No tengo ninguna gana de seguir siendo David Bowie toda mi vida. Como artista quiero, en definitiva, llegar a más, quiero seguir luchan do. El fin de David Bowie será para mí el principio de una nueva carrera.

-Usted ha dicho hace poco: «El rock & roll no pertenece a los crios de hoy, nos pertenece a nosotros. Nosotros lo escribimos, lo tocamos. Los críos oyen otras cosas. ¿Son éstas las opiniones de un viejo que ya no entiende el pop?

-Cuando se miran los Top Ten se constanta que el pop atonta a la gente. Por cierto, que en la actualidad ya no es tan grave como en 1987. Mi hijo, por ejemplo, vuelve a escuchar sobre todo a Jimi Hendrix, Cream y Bob Dylan. Sus amigos y él han borrado de la memoria los últimos quince años y vuelven a oír aquella música. Música en la que importaba la impro visación y no el concepto. Estos críos vuelven a saber escuchar y de ellos surgirá el nuevo rock.

-¿De dónde?

-Del input. Yo me crié con Little Richard, el Soul y Hendrix, y hoy en día los críos listos descubren sus propias fuentes. Así serán inmunes a los mecanismos de comercialización. Los críos podrán volver a hablar de sí mismos. Lenny Kravitz es un ejemplo de ello.

-Los años 80 han sido el decenio de la postmodernidad. A cámara rápida hemos vuelto a ser testigos de los años 50, 60 y 70. En la actualidad todas las agencias de publicidad pequeñas trabajan con el método que ha hecho grande y famoso a David Bowie. ¿Ha pasado ya la época del arte pop postmoderno?

-No depende del método, sino de los intérpretes. Desde que Brion Gysin, el maestro de Willian Burroghs, empezó con ese método se ha convertido en uno de los más importantes medios de producción del arte moderno. Quizá hoy en día esté un poco desgastado, pero no por el método en sí, sino por su uso generalizado. Tampoco dejamos de escribir porque dominemos sencillamente el abecedario.

-Sin embargo, ha dicho hace poco que con el vídeo no quiere tener ningún tipo de relación.

-De ello tiene la culpa principalmente la MTV (Music Television). Sus vídeos no tienen absolutamente ningún valor artístico. Hoy habría que volver a fomentar un cierto minimalismo, pero, si la MTV no colabora, nos podemos olvidar. ¿Qué valor puede tener un vídeo que no se proyecta en televisión? En el mejor de los casos se puede mostrar como instalación en una galería.

-David Bowie siempre fue especialmente habilidoso para adoptar ciertas tendencias y posteriormente lanzarlas al aire. Actualmente parece que la cosa se le complica. ¿Ya no existe ninguna tendencia adecuada a sus gustos? ¿Qué le parecería una imagen «verde», ecologista, la búsqueda de un nuevo realismo?

-El imponer a la propia vida un poco de realismo nunca puede ser sólo una moda, y en lo que respecta a los esfuerzos para salvar el medio ambiente tengo que decir que realmente ya era hora. Pero temo simplemente que los artistas no lo vean muy claro, si exceptuamos a Sting. Aunque sus mensajes son tan triviales y terminantes que sólo se pueden decir una vez. Después están muertos. Al poco rato la gente se aparta aburrida y los indios y el planeta siguen muriendo.

-Mirándolo desde la perspectiva de hoy, Bob Geldof tan sólo ha contribuido con su moda etíope a que la ignorancia frente a la catástrofe del Sahel haya disminuido.

-Con la música pop no se puede cambiar el mundo. Los hombres no aprenden siempre cometen los mismos errores. ¿Qué cree usted que será del mundo tras la caída del comunismo? 

-¿Por qué se fue entonces a vivir en los años 70 a Berlín?

-Por el muro. El muro formaba el entorno más singular en el que yo haya vivido, Berlín era el lugar más extraordinario del mundo.

Con Alemania Occidental no tuve nada que ver. Había una huida constante. Sólo permanecieron un montón de jóvenes y de gente mayor.

-¿Se puso triste cuando cayó el muro? 

-Sí, fue como ver a un viejo amigo mutilado tendido en el suelo. Fue a partir del muro cuando Berlín adquirió esa inusual atmósfera de creatividad. Tras una vida como estrella del rock tuve que volver a la realidad. Anterior mente sólo había fantaseado bajo los efectos de la cocaína. En Berlín volví a aprender a charlar con seres humanos.

-¿Qué es lo que distingue a una estrella del rock del resto de los seres humanos? -Eso mejor se lo pregunta a Rod Stewart. Yo ya lo he olvidado. Una estrella del rock tiene exactamente una ventaja: consigue la mejor mesa de un restaurante.

-David Bowie es la estrella de la eterna juventud. ¿Cómo se siente cuando se va haciendo viejo?

-No me causa ningún problema. Nunca he soñado conservarme joven para siempre. Tanto a los quince, a los veinte como a los veinticinco años era extremadamente vulnerable, inseguro y débil. Siempre he respetado a la gente que era un poco mayor que yo. Cuanto más viejo soy, más feliz me encuentro. Ahora empiezo poco a poco a intuir lo que sucede conmigo. 

-Ya podrá escribir su autobiografía. 

-No tengo ningún afán de contar mi vida.

-¿Qué impresión tendría usted del David Bowie de hoy en día? 

-Si me topase con todos los Bowies que he interpretado en mi vida estaría listo para el manicomio. Si me cruzara con el Bowie de hoy probablemente pasaría a su lado sin decirle buenos días.

THOMAS HÜETLIN