domingo, 27 de noviembre de 2016

David Bowie - Penthouse Entrevista 1984


No me da miedo envejecer. En “The Hunger” (El Ansia) interpreté el papel de un personaje que vive 300 años. La edad no me aterroriza. A los 50 podré seguir componiendo y cantando. A los 50 y tantos se produjo el gran “boom” de Frank Sinatra. Yo, como Picasso, estaré en activo hasta los 90 años…



David Bowie – Entrevista exclusiva

“La fama de bisexual me sigue desde hace años…”

Actualmente, David Bowie tiene 37 años. Es alto y delgado, con el pelo rubio brillante. Su ojo derecho es de color azul, y el izquierdo marrón oscuro; ello es consecuencia de una pelea callejera infantil y de un puñetazo que le paralizó la pupila.

David Bowie es consciente de que existen muchos riesgos en la carrera de un actor. Lo sabe porque ya actuó en “El Hombre Elefante”, en Broadway, y en el film “The Man sho Fell to Earth” (El hombre que cayó a la tierra), hace más de nueve años. Dice al respecto:

Correr riesgos forma parte de un sentimiento de inseguridad, que es el que más prefiero…

No se ha aislado de la música. Él mismo calcula que sus últimas giras le han significado más de 12 millones de libras esterlinas de beneficio neto.

David también recuerda otra conversación que tuvo con John Lennon, poco antes de que John fuera asesinado, en la que hablaron sobre el tipo de música que deberían hacer. Lennon le dijo. “No queda mucho por decir, excepto conservar lo que tenemos porque no va a permanecer ahí mucho tiempo…” Fueron unas palabras proféticas, por lo que ocurrió con el ex Beatle.

Hace seis años, en Los Ángeles, David Bowie se dio cuenta de que a no ser que cambiara radicalmente de vida, tampoco él iba a durar mucho más.

-¿Cómo llegaste a una reflexión tan angustiosa?

-Me sentía físicamente engullido. Estaba sufriendo algo más fuerte que una depresión nerviosa. Me sentía desorientado con todo lo que me envolvía. Tomaba cantidad de drogas para poder trabajar y me asqueaba el entorno que me rodeaba. Tuve que abandonar Bel Air, porque tenía que liberarme de las drogas, de la destrucción causada por el ambiente -que en California resulta espantoso-, y de las pésimas relaciones que mantenía. Me marché a Berlín, que resultó una excelente ciudad. En Berlín la cosa iba de supervivencia. Ni hablar de rock… Yo mismo tenía que comprar la comida y fregar los platos. Quizás suene estúpido, pero jamás había lavado un vaso en mi vida. Aquello se convirtió en algo importante, así de repente, por encima de muchas otras cosas que habían dominado mi vida hasta entonces… De pronto, podía dormir por las noches. En California no lo lograba: estuve levantada una semana toda entera, sin acostarme para nada. También alucinaba. Mis alucinaciones adquirieron formas mitológicas. Me encontraba viviendo en la época del Rey Arturo (lo que podía significar algún deseo escondido hacia Inglaterra). Pensé que “Arturo” podía ser un buen título para una película o para una canción. Lo cierto es que me iba construyendo un pequeño mundo que estaba divorciado de la realidad…

-Tu fuiste la primera figura importante del rock que admitía ser bisexual…

-Solía ir a bailar a unos clubs un tanto especiales. Fue un periodo durante el cual estaba experimentando sexualmente las dos posibilidades. Un periodista, que sabía que frecuentaba aquellos locales, me preguntó si era cierto lo que se comentaba de mí. Le respondí que sí, que era bisexual. De allí arrancó todo. Aquello se convirtió en una especie de titular sensacionalista que he tenido que soportar durante mucho tiempo.

-¿Qué recuerdas de la infancia?

-No fue feliz. No me llevaba muy bien con mi madre, y mi padre -que ya ha muerto- era un hombre estupendo que tenía que poner paz en las peleas. Teníamos una casa de cuatro habitaciones en Brixton. Mi padre trabajaba mucho y mi madre era acomodadora en un cine y así ayudaba en los gastos. Una de las habitaciones estaba alquilada a una prostituta. Lo supe años después… Mi hermana se casó con un egipcio, hace más de 20 años. Creo que ahora esta en un harén. Mi hermano Terry se encuentra en un centro psiquiátrico. Hay una vena de locura en mi familia. Una vez llegué a penar que me iba a volver loco y que reventaría, como le ocurrió a Terry. Por tal razón, cuando pasé mi mala época en Estados Unidos, nunca fui a visitar a un psiquiatra. Pensaba que si descubrían como era yo en realidad, nunca conseguiría salir de allí. Estaba seguro de encontrarme en una situación límite…

-¿Cómo saliste de la situación?

-Tomé sobredosis un par de veces y a duras penas las superé. Sabía que tenía que marcharme de Bel Air si quería sobrevivir. Me estaba destrozando y me sentía asqueado de haber caído tan bajo. Antes de llegar a este extremo, había vivido una temporada satisfactoria… Tenía un hijo, aunque no le dedicaba el tiempo necesario. Joe (que ahora tiene 12 años) era muy importante para mí, y si él tenía un futuro también yo debía tenerlo… pero, ¿qué estaba haciendo para conseguirlo?...

-¿Qué nos dices de tus primeros éxitos discográficos?

-Había estado grabando discos, sin ningún éxito, desde hacía varios años, y fue en 1969 cuando lancé “Space Oddity”. La compuse con la idea de cantarla con un amigo mío, John Hutchinson. Intentábamos ser “Hutch y Bowie”, pero John se retiró de la profesión dos días antes de la grabación, porque se había casado y tenía un niño. Así que lo hice yo solo, como David Bowie, y salió bien…

-“Space Oddity” fue tu primer gran éxito y siguió siendo suficientemente importante para ti hasta 1980, como para actualizarlo en “Ashes to Ashes”, del álbum “Scary Monsters”…

-Mis ideas todavía no habían cuajado cuando compuse “Space Oddity”. Pero después, cuando me dediqué a componer las canciones para Ziggy Stardust, me di cuenta de que éstas serían el perfecto vehículo para utilizar finalmente lo que yo sabía; la forma de coger el toro por los cuernos y conjugarlo absolutamente todo. Sabia que tenía que formar un buen grupo y, al mismo tiempo, a medida que el personaje de Ziggy Stardust iba desarrollándose, se produjo una gran influencia de lo oriental -desde el teatro japonés Kabuki, fundamentalmente- hasta los elementos de la pantomima. Y todo evolucionó, convirtiéndose en algo lleno de fantasía…

-Hace tiempo que te divorciaste de Angela, tu mujer, y no la has visto desde hace años, ¿no es cierto?

-Si. Ahora puedo recordar vagamente que una vez estuve casado.

-¿Te casarías otra vez?

-Si me enamorara, quizás…

-¿Eres el tipo de hombre que una chica puede invitar a tomar una taza de té con su madre?

-Eso depende de la madre…

-¿Aconsejarías a tu hijo en contra del negocio del espectáculo?


-No lo haría, pero le sugeriría que me preguntara cómo funciona todo esto. Todavía es un niño y no es consciente de que exista ningún estilo extraño de vida. No tiene problemas…

-Supongo que debes revivir bastantes cosas de tu pasado al ver crecer a tu hijo…

-Efectivamente.  A veces, Joe participa en mis giras, pero no creo que sea el tipo de vida que un chico debe llevar. Tiene muchos amigos y está viviendo lo que yo espero sea una infancia razonable, sin demasiadas “movidas” rockeras. Debido al estilo de vida que yo he llevado existe una buena relación entre nosotros. Espero, y creo, que siempre podrá preguntarme acerca de cualquier experiencia que vaya a realizar. Ya he dicho antes que deseo que me haga preguntas sobre todas las cosas que le interesen. También estoy convencido de que encontrará muchas novedades en el mundo futuro, de las que yo estaré completamente desconectado.

-Tu hijo se llama Zowie, y así fue bautizado, pero en público sueles llamarlo con el nombre de Joe, ¿por qué?

- No puedes gritar ¡Zowie! Entre una multitud, pero sí puedes gritar Joe. Queda mejor, pienso…

-Ocasionalmente has dejado a la gente del rock para tratar con la del cine. ¿Hay diferencia entre ellos?

-La gente del cine está loca. Los tipos del rock son unos irresponsables, pero no están chiflados.

-¿Ha disminuido tu “ego”?

-Bueno; espero que se haya moderado un poco, aunque yo sigo pensando que soy muy bueno haciendo música. En otros campos, como el de la interpretación cinematográfica, estoy bastante preparado para renunciar al título de “Número uno”. Antes solía pensar que era fundamental ser importante. Acabé preguntándome si lo que me ocurría no se debería exclusivamente a una gigantesca egolatría que no me dejaba razonar. Lo cierto es que tenía una idea exagerada respecto a mi importancia social. También supongo que es algo natural, ante cualquier éxito que se origina de la noche a la mañana. Creo que pensar así obedecía a una reacción química irreversible. 

-¿Qué diferencias encuentras entre el David Bowie de hoy y el de ayer, en el plano musical?

-Ahora interpreto canciones más que apoyarme en caracterizaciones. Actualmente me siento feliz al final de un show y ya no necesito disfrazarme en el escenario. Solía esconderme detrás de todos aquellos disfraces porque, fundamentalmente, era un chico tímido. Tenía que emborracharme para asistir a una fiesta. Temía enfrentarme a más de tres o cuatro personas. Hasta ahora, siempre me resultó muy difícil superarlo. Solía comparar un concierto con una batalla: a un lado estaba yo y al otro estaba el público, el enemigo a vencer. Hoy lo veo como un gran diálogo: yo canto y el público aplaude. 

-¿Cómo te resultó trabajar con Nagisa Oshima, el famoso director de “El Imperio de los Sentidos”, en la película “Merry Christmas Mr. Lawrence”, que interpretaste bajo sus órdenes?

-Trabajar con él supuso mi primera experiencia cinematográfica sin caer en el aburrimiento. En las restantes películas que interpreté pasaba más tiempo sentado, esperando, que trabajando ante las cámaras. Con Oshima no sucedió. Dos tomas y el plano estaba terminado. Después, Nagisa extraía la película de la cámara y la enviaba, envuelta en un simple papel, al Japón. Allí la montaban. El film se rodó en secuencias enteras. Por vez primera experimenté la satisfacción y la diversión que significan ser protagonista de una película…

-Bien, pero imagino que trabajar junto a Catherine Deneuve y Susan Sarandon en “The Hunger” (El Ansia), no resultó aburrido…

-Por supuesto que no. Catherine Deneuve es fantástica, distinta totalmente de la personalidad que suele dar o hacer creer al público. Es una mujer muy graciosa, bromista y extraordinariamente simpática. Susan Sarandon es una actriz muy dinámica. Resultó agradable trabajar con las dos.

-¿Qué es la fama para David Bowie?

-Como dijo Paul McCartney, la fama es frívola y no permanece durante mucho tiempo en el mismo lugar. El trabajo “sufre” y se resiente cuando la fama es grande. A mí me ocurrió. No es bueno trabajar para la fama… La fama debe ayudar a trabajar, simplemente…

-El tipo de vida que llevas, como “estrella” del rock y del cine, no parece brindar demasiadas oportunidades para entablar relaciones románticas y duraderas…

-Yo no entablo relaciones románticas. No lo hago porque todas las evidencias demuestran que a mi no se me dan. Tal vez sea por eso que me interesa más este tema para las letras de mis canciones. 

-¿Piensas en la vejez?

-No me da miedo envejecer. En “The Hunger” (El Ansia) interpreté el papel de un personaje que vive 300 años. La edad no me aterroriza. A los 50 podré seguir componiendo y cantando. A los 50 y tantos se produjo el gran “boom” de Frank Sinatra. Yo, como Picasso, estaré en activo hasta los 90 años…

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