Cincuenta cambios de Bowie
Q , David Cavanagh, Febrero de 1997
(Extractos)
Bowie trae una diapositiva que piensa usar en el material gráfico de su nuevo álbum. Fue tomada en 1974 en la UCLA con una cámara Kirlian, que sirve para fotografiar campos energéticos. La mitad izquierda de la diapositiva muestra la circunferencia del índice de Bowie inmediatamente antes de tomar cocaína.
La otra mitad de la foto fue tomada treinta minutos después (de hecho, ayuda que haya escrito detrás: “Justo antes de tomar coca” y “Treinta minutos después”). En la foto de “antes”, el dedo de Bowie es un círculo es un círculo limpio con un borde exterior de oscuridad. En la foto de “después”, sin embargo, su dedo tiene un halo rabioso, rendido, grueso como una arandela. Esa no era, claramente, la típica raya de cocaína.
“No, en 1974 no era así, no -admite Bowie-. Esa cámara era muy peligrosa además. Con frecuencia explotaba. Nic Roeg quería usar algunos ejemplos en El hombre que vino de las estrellas, pero no había filmado lo bastante bien.”
Dicho esto, Bowie se sacude el polvo de mediados de los setenta, se pone de pie de un salto y lleva a Q al estudio contiguo para escuchar algunas mezclas en crudo de los nuevos temas. Mientras suenan las canciones, está constantemente cambiando de lugar, explicando cómo se generaron ciertos efectos (“no hay sampleos”) o dónde desembocará un solo. Señala los altavoces cada vez que va a sonar una parte que es buena. “Seven Years in Tibet” es su favorita en el presente: tiene tambores que suenan como martillazos, un impactante sonido de saxofón y la ha añadido a la lista de canciones de los conciertos.
Fue mientras disfrutaba el carrusel de festivales del verano pasado cuando Bowie decidió mantenerse en marcha con la misma energía. En cuanto la gira terminó, él y la banda entraron inmediatamente en el estudio. Esta semana están de nuevo en el camino, haciendo una gira de cuatro fechas en clubs pequeños donde las entradas se agotan al instante. Mientras tanto, Bowie volvió a grabar un álbum por año y está orgulloso de ello.
“Es curioso, sabes, cuando era un muchacho hacíamos dos álbumes por año -recuerda-. ¡Dos álbumes por año! Y me encantaba.”
Sé lo que sucede cuando toco los clásicos. Conozco el resultado. Entonces, ¿para qué querría hacerlo nuevamente? A no ser que sea por una remuneración económica, algo que francamente no necesito. Pocos de nosotros estamos llegando ahora a los cincuenta y a los sesenta, y no quiero desechar la posibilidad de vivir plenamente la edad que ahora tengo. ¿Entiendes? Una vez que has ido lejos, ya no hay vuelta atrás. Y yo he llegado lejos. Estoy aquí. Estoy en mi terreno. Estoy haciéndolo.
De aquí a diez años, cuando esté tocando en salas totalmente vacías, mis contemporáneos podrán darse la vuelta y decir: “Bueno, por esa razón no hicimos lo que hiciste tú”. Pero ya veremos. Por lo menos tendré la oportunidad de ver cómo de lejos puede llegarse en esta vida.
¿De qué tratan las canciones?
Creo que el terreno común de todas ellas es esta duradera necesidad que hay en mí de vacilar entre el ateísmo y una especie de gnosticismo. Yo sigo yendo hacia un lado y hacia el otro, porque ambas cosas significan mucho para mi vida. Es decir, la Iglesia no entró en mi escritura o en mis pensamientos. Lo que necesito es encontrar un equilibrio espiritual en mi forma de vivir y en la forma en que voy a desaparecer. Y ese periodo de tiempo -desde hoy hasta mi muerte- es lo único que me fascina.
¿Ya estás pensando en la muerte?
No creo que haya habido un momento en el que no lo hiciese. La muerte estaba ennoblecida con una actitud romántica y desenfadada cuando era mucho más joven, pero ya estaba allí. Ahora remide la racionalidad. Sé que esta vida es finita y tengo que aceptarlo.
¿Qué te impide creer que haya una vida después de esta?
No he dicho que no lo crea. Creo en una continuación, una suerte de ensueño sin sueños. Oh, no lo sé. Volveré para contártelo.
Los años en los que tomaste muchas drogas, ¿te han causado un daño duradero?
He sido un cabrón con mucha suerte. Estoy extremadamente sano. Y no, no me ha dejado ni una sola secuela en el cerebro. Recuerdo leer sobre los efectos de grandes cantidades de anfetaminas y cocaína, y los agujeros que te dejan en el cerebro. Especifican las cantidades que hay que tomar para que se produzcan daños considerables, cantidades que yo excedí de lejos. Pensaba: “Oh, Dios, ¿qué diablos está ocurriendo ahí arriba?”.
¿En la mediana edad, se llega a la comprensión de que no eres la persona más importante del planeta?
No, de hecho, fui la antítesis de eso. Pensé que no existía. De veras, me sentía completamente anacrónico. Pensaba que la obra era lo único de valor. Ahora estoy empezando a gustarme bastante. Sabes, en realidad deberíamos continuar esta conversación con… otras personas que hablen sobre esta cuestión.
¿Sabías, de pequeño, que compartes cumpleaños con Elvis Presley?
Me fascinaba completamente. No podía creerlo. Él era mi mayor héroe. Y yo probablemente era lo bastante estúpido para creer que cumplir años el mismo día que él tenía en realidad algún significado.
Le viste actuar en Nueva York, en 1971.
Es cierto. Fui un fin de semana largo. Recuerdo ir directamente desde el aeropuerto y entrar muy tarde en el Madison Square Garden. Llevaba puesta la ropa del periodo de Ziggy y tenía unos muy buenos asientos, en las primeras filas. Todo el lugar simplemente empezó a fijarse en mí y me sentía como un perfecto idiota. Tenía el pelo rojo brillante, un traje espacial enorme y acolchado, y aquellas botas rojas con grandes suelas negras. Ojalá me hubiera vestido menos llamativamente, porque él debió verme. Aunque estaba muy metido en su actuación.
¿Cuáles de tus viejos álbumes escuchas aún?
No Ziggy (ríe). En realidad, comencé a escuchar ‘Low’ nuevamente cuando me enteré de que Trent Reznor era un gran fan de este. Volví para averiguar por qué y comencé a escuchar el sonido descompuesto de la batería y las marcas obvias de su manera de escribir. Fue bastante instructivo. Y vaya…, ¡qué buen álbum fue ese! También pienso que ‘Station to Station’ es genial. Lo escuché unas cuantas veces.
En concreto, ¿es cierta la historia de que no recuerdas la grabación de ‘Station to Station’?
Es muy cierta. Diría que buena parte del tiempo que pasé en Estados Unidos en los setenta es en realidad muy difícil de recordar, de una forma que no he visto que le haya ocurrido a muchos otros artistas. Yo volaba cuando estaba ahí de una manera muy mala. Así que escucho ‘Station to Station’ como una obra hecha por una persona enteramente diferente. En primer lugar, está el contenido, respecto del que nadie se ha expresado con claridad. El tema mismo ‘Station to Station’ tiene mucho que ver con las estaciones de la cruz. Todas las referencias dentro de esa pieza tienen que ver con la Cábala. Es el álbum más cercano al tratado de ‘magick’ que yo haya escrito. No he leído ni una sola reseña que realmente haya reparado en esto. Es un álbum extremadamente oscuro. Y fue un tiempo tristísimo para mí, debo añadir.
¿Qué habría pasado si uno de tus singles de mediados de los sesenta, a los que no les fue bien, como “Rubber Band” y “You’ve Got a Habit of Leaving”, se hubieran convertido en un enorme éxito?
¡Ja! Probablemente estaría en ‘Los miserables’ ahora. Habría hecho musicales. Casi podría garantizarlo. ¡Oh!, estoy seguro de que habría sido una hormiguita trabajadora de la escena del West End. Habría escrito diez ‘Laughing Gnomes’, no solo uno.
Gabrels era un virtuoso de la guitarra nacido en Boston cuyo amor por la música de Bowie se disipó (como el de mucha gente) a causa de la escasa calidad de Tonight y Never Let Me Down. Bowie también se aburre muchísimo con esos álbumes.
Llegué a ser quien nunca había querido. Un artista con aceptación popular. Había comenzado a atraer al público que compraba los álbumes de Phil Collins. Me gusta él como persona, créeme, pero no está en mi estantería de discos para poner las veinticuatro horas del día. De pronto, no sabía cuál era mi público y, aun peor, no me preocupaba por él.
Lleno de dudas y de aversión por la creciente insipidez de su música, Bowie apenas se molestó en aparecer en las sesiones de grabación de ‘Never Let Me Down’.
Estaba dejando que los chicos lo arreglasen todo, y yo iba y metía las voces, y luego me largaba llevándome a alguna chica.
En privado, solo veía una vía de escape: retirarse. Esa era su intención.
Más que nada, pensé que debía hacer tanto dinero como fuera posible y retirarme. No pensaba en que hubiera otra alternativa. Creía que era una vasija vacía y que obviamente acabaría como todos los demás, haciendo estos malditos estúpidos conciertos, cantando “Rebel Rebel” hasta que tropezara y sangrara.
El Bowiebus se encuentra a dos horas de Nueva York. Garson pronto se queda dormido, mientras que el resto del grupo, Bowie inclusive, ven en vídeo All You Need Is Cash, el documental televisivo sobre los asuntos financieros de los Beatles. Es bastante crítico con John Lennon, el viejo amigo de Bowie. Mencionar a Lennon es algo que no lo impresiona. Sigue chasqueando la lengua y moviendo la cabeza. Y cuando el biógrafo Philip Norman hace un comentario superficial sobre la relación de Lennon con Yoko Ono, Bowie se da la vuelta indignado. “¡Cierra el pico! ¿Quién mierda eres tú?”.
Bowie es un hombre feliz. Tiene a su banda reunida, todos en la misma parte del bus, y los adora. No hay un solo grupo a lo largo del mundo al que le tema. Aun cuando puede hablar respetuosamente -y lo hace- sobre su clásica sección rítmica de los setenta, o sobre la maravillosa forma de tocar el bajo de Herbie Flowers, o sobre las entretenidas historias de Rick Wakeman (quien es muy buen amigo de Norman Wisdom, algo de lo que Bowie se entera ahora), puedes darte cuenta de que estas personas rara vez figuran en sus pensamientos. Está contento con su nueva banda.
Ahora me preocupo por la gente -concluye-. Antes no solía hacerlo, probablemente porque tampoco me preocupaba por mí mismo. Pero, de verdad, creo que ahora me preocupo por la gente, por saber si lo están pasando mal o bien.
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