miércoles, 23 de noviembre de 2016

David Bowie Blanco y Negro 2002: "Las compañías de discos desaparecerán de aquí a 10 años"











David Bowie


“LAS COMPAÑÍAS DE DISCOS DESAPARECERÁN DE AQUÍ A 10 AÑOS"


Texto: Alfonso Armada


La cita es en el décimo piso de un hotel de nueva planta en la calle Thompson, en pleno Soho neoyorquino, un establecimiento de líneas claras, muebles de apariencia sueca, plantas estilizadas y de estudiada lujuria, luz que entra tamizada, empleados solicitos, pero entrenados para dar la impresión de que trabajan allí por gusto, que han sido elegidos por su belleza y don de gentes, por su capacidad de hacer sentir al cliente que sólo por pernoctar o quedar a tomar copas en el bar ultramoderno goza de un raro privilegio en una ciudad llena de privilegios y, todavía, el señuelo cinematográfico de que está abierta a todas horas y es accesible a cualquiera. Al menos a cualquiera con dinero o con ganas de trabajar en los fogones de hoteles tan engañosos y tentadores como el que sirve de decorado a la entrevista con David Bowie.


El empleado de la casa discográfica, que recibe a los contados periodistas que caen con una lenta puntualidad de cuentagotas en una habitación con una cama sin deshacer, que apenas deja espacio para respirar, sirve de maestro de ceremonias. Introduce su tarjeta dorada en la ranura de la puerta correspondiente y abre la estancia como si fuera una suerte de camino franco a un David Bowie que, por si fuera preciso demostrar que es de carne y hueso, está todavía dando cuenta de su desayuno como si acabara de levantarse exactamente allí. Somos los primeros y es una ficción sencilla, a la que en realidad nadie presta atención.


Bowie viste jersey negro de mezclilla y cuello alto, que realza su aspecto entre indómito y tranquilo. Un joven de 50 años que no necesita fingir que es más joven de lo que reza su pasaporte, porque ni tiene los ojos tristes ní le ha alcanzado la derrota. El pelo es rubio y vigoroso, enhiesto, y las manos manicuradas. Sigue siendo extraordinariamente guapo, y no hace nada ni por ocultarlo ni por subrayarlo. Es un hecho que está ahí y que no tiene sentido discutir. Su aspecto es el de quien ha firmado un pacto con su vida y de quien sabe bien que su pasado, por una parte, le protege de malentendidos y le permite mirar hacia atrás sin ira y melancolía. Porque la fama de la que sin que disfruta no se ha extinguido, y por eso no necesita recuperar viejas poses que quedarían falsas, fuera de lugar en es ta época del tiempo. Tiene los ojos tan claros como era preciso recordar, y uno, el que sufrió una herida en la infancia, sigue su propio extravío, pupila inmóvil que también parece mirar interlocutor sin perforarlo. 


La cercanía relativa del flamante edificio con las ausentes Torres Gemelas parece una mera casualidad, como si el hotel tuviera previsto entrar en el mercado antes de ese cambio tectónico en las placas políticas del mundo y, al igual que el nuevo disco de David Bowie, Heathen, tuviera perfectamente claro que no conviene dejar de vivir y de jugar a que se vive, por mucho que entre los  argonautas del terror y los encargados de responder en nombre de la patria rota conjuguen agendas que o bien nos aterran o, sencillamente parecen ininteligibles a fuerza de extremadas. 



--¿Es 'Heathen' una especie de regreso de David Bowie a sus orígenes, una vez más?


--Creo que lo único que de alguna manera y con verdadero entusiasmo he rescatado del pasado, con Luchino Visconti , es la devoción por elaborar canciones de modo artesanal. Son canciones que fueron escritas por completo antes de llegar al estudio, no hubo experimentación o improvisación. Tanto lírica como musicalmente, los temas que componen Heathen estaban listos antes de entrar en el estudio. Respecto  que el disco destila, no estoy seguro de que sea una vuelta al pasado. Creo que recupera líneas de fuerza de otros tiempos, pero no creo que haya nada específico que provenga del pasado. Lo único que tiene que ver con mi trayectoria es el mero hecho de seguir escribiendo canciones y lo que implica buscar para cada tema una atmósfera y una vibración concretas. Lo que tenía claro es que no quería volver al estudio con la mirada puesta en espectáculos del pasado, en absoluto he tratado de recrear o copiar cosas que ya había hecho antes. Tampoco pretendía, en absoluto, convertirme o sentirme moderno. No quería adoptar la pose innovadora. No me gustaría, al cabo de 10 años, volver sobre este disco y decir: "Oh, es tan 2002".


--Hablando de 'Heathen' ha hecho hincapié en una actitud como de aficionado y, al mismo tiempo, se ha referido a una suerte de "restauración cultural íntima". ¿Qué esconden esas palabras?


--Cuando hablo de restauración cultural íntima quiero decir que, cuando me he puesto a escribir canciones, no he sentido el más mínimo miedo o aprensión por temas o materias que haya podido abordar antes. Se trata de encontrar verdaderamente el camino para recuperar aspectos que he dejado de lado, y volver a ponerlos sobre la mesa a través de mi propia vida. Es una forma de poner a prueba mis recursos y fuerza como escritor, y de reafirmar me en esa condición.


--¿Tiene intención de volver a emprender una gran gira para presentar este nuevo disco? 


--Lo que desde luego no será es una gran gira (se ríe)


 --En cierto sentido, parece un disco para ser tocado en pequeños teatros.


--Es posible, ya veremos. Algunas canciones creo que funcionarían bien en grandes locales, como Slow Burn, Gemini Spacecraft, y quizá también I've wai ting for your y Cactus. 5:15 The Angels ha ve gone creo que podría resultar fabulosa en un gran escenario. Pero muchas otras, como I would be o la que your slave, Sunday, da título al disco, Heathen, quizá sonarían mejor en un local íntimo. Es difícil saberlo antes de subir al escenario y tocarlas en vivo. En ocasiones resulta verdaderamente sorprendente cómo una canción íntima, que se refiere a un sentimiento singular, puede expandirse y llegar a convertirse en algo majestuoso al ser interpretada ante una audiencia numerosa. Quiero probar temas como Sunday ante un gran público para ver si adquiere una cualidad cuasi evangélica. 


--¿Pero sigue teniendo hambre de escenario?


--Una de las razones por las que no quiero emprender giras de gran envergadura es porque tengo una hija de 22 meses y no me siento bien estando lejos de ella durante una larga temporada, y todavía es demasiado pequeña para llevarla conmigo. Me gustaría hacer una gira mundial, pero no podrá ser hasta que la niña tenga al menos tres años. Porque entonces sí que podrá acompañarme con su madre y su niñera, y podremos convertir la cosa en una especie de evento familiar. De momento es demasiado pequeña, no sería bueno para ella someterla a un ritmo tan intenso de viaje como el que suponen las giras. En estos momentos, sólo me alejo de casa por espacio de dos semanas, y por eso no habrá una gira mundial. Sin embargo, la verdad es que ya no tengo nada de hambre de escenario. En realidad nunca la he tenido, en el fondo de mi corazón nunca he tenido necesidad de actuar. No soy un hombre nacido para el escenario.


--¿Ni siquiera en los años 70? 


--No, no disfrutaba.


- Vaya sorpresa.


- Lo se, lo se (se ríe). Pero es que tenía hacerlo  porque era el único capaz de cantar aquellas canciones. Pero si hubiera tenido la posibilidad de elegir, habría actuado dos semanas con cada nuevo disco y, después, habría parado. Casi siempre, después de dos semanas de actuaciones, me invadía una sensación de aburrimiento irresistible. (Y añade distorsionando la voz y con el rostro congestionado y lanzando las manos por delante). Sí, lo sé, tengo que hacerlo, tengo que sacar esto adelante como sea. No soy carne de escenario, no he nacido para las tablas. No es algo que me satisfaga y me llene por completo. Lo que sí me gusta es crear los espectáculos. Me divierte mucho concebirlos, pensar en cómo serán, aun que eso lo sentía más en los viejos tiempos, cuando eran verdaderamente grandes acontecimientos, cuando había una coreografía, cambios de sexo, de vestuario, grandes efectos de luces... Me encandilaba cuando se convertía en una auténtica experiencia teatral. Pero me siento mucho más a gusto en el papel de director de escena que en el de intérprete. El problema estaba en que yo era el único que podía hacer lo que quería hacer. Habría sido fantástico encontrar a otro David Bowie dispuesto a hacer lo que hacía como yo lo hacía y diseñar y espectáculos para él, sin que yo tuviera que encarnarlo.



--¿Es todavía posible intentar hacer y decir algo nuevo en el rock and roll?


 --No. Creo que lo único que pue des hacer es intentar expresarte a ti mismo de nuevo. De hecho, mientras preparaba este disco, yo mismo me he sentido como si sostuviera un profundo debate conmigo mismo, como si regresara  a un material al que siempre regreso: aislamiento, abandono, miedo... (y subraya la última palabra con una ráfaga de risa).


--Es una cuestión importante en estos momentos.


--Por supuesto. Ya he tenido que bregar antes con el miedo. Pero me he dado cuenta de que puedes volver a retomar un tema y examinarlo bajo una luz diferente, bajo perspectivas que no habías probado, cuestionar lo que habías visto o sentido antes, a lo largo de tu vida. Es como Cézanne y las manzanas. Siempre volviendo a presentar tu caso, representándolo. Por eso me he sentido bien pensando que aunque el espectro de mis temas es limitado, lo he explorado concienzudamente, y su pongo que continuaré explorándolo.


--¿Qué es lo que le impulsa a escribir una nueva canción?


--En parte es mi propia permanencia en el terreno de la música. Si hay algo que adoro es escribir, y especialmente escribir música. Pero también influye mi propia tendencia a ponerme en cuestión, a hacerme preguntas sin cesar, a plantearme abiertamente mis dudas espirituales, mi vida interior, algo que hago casi desde que era un niño. He sentido que me resultaba más fácil articular y darle un sentido a mis enigmas musicalmente, que hablar de ellos. La forma en que me siento más a gusto hablando de ello es la música.


--¿Y qué tiene qué decir de su trabajo como actor, algo que ha probado varias veces, aunque parece evidente que la mejor forma que ha encontrado de expresar su mundo interior haya sido la música?


--Y todavía es así. Carezco del impulso necesario para ser un actor, creo que requiere un verdadero compromiso, y no creo que yo lo tenga para actuar. No tengo el más mínimo interés por vivir en Hollywood, no tengo esa motivación. No soy un actor hambriento por actuar. Es maravilloso haber tenido la oportunidad de trabajar como actor, a veces meros cameos con grandes y verdaderamente interesantes directores. Me volqué en ello cuando lo hice, pero no lamento en absoluto no haberme entregado de lleno a la profesión de actor. No soy yo. Lo que soy es un compositor, eso es lo hago. 


--¿En qué medida es todavía la música su mejor manera de lidiar con la realidad y las sombras, sus sueños y sus deseos?


--Sí (y vuelve a soltar una franca carcajada, como si no tuviera nada más que decir)... Creo que puedo ampliar algo más mi respuesta. Hay dos o tres tipos de discos que me gustaría hacer: discos con un potente componente narrativo y unas líneas de fuerza que vinculen entre sí las canciones; álbumes que hagan más hincapié en las ideas y en el sonido de la música, en los que los retos líricos o narrativos sean más circunstanciales, menos decisivos. Una vía es más tradicional y otra, más experimental. Y junto a eso, hay un amplio margen de maniobra para combinar ambas líneas. Cada álbum, de alguna manera, es una especie de ejercicio, y una elección: descubrir si el nuevo disco va a inclinarse por un tono más narrativo o más experimental. Lo que no puedo ni suelo hacer es trazar un perímetro en torno a mí mismo antes de empezar a trabajar.


--Entonces, ¿cada álbum representa de alguna manera piezas de un mosaico que es su propia personalidad?


--Me imagino que sí. No es que de liberadamente lo haya concebido así, pero vistos en relación es posible que sea así. Si después de haber grabado tres discos al inicio de mi carrera hubiera muerto en un accidente aéreo no habría podido dibujar esa especie de mosaico. Pero estoy todavía escribiendo, estoy todavía vivo y haciendo cosas. Si de alguna manera ahora sé que soy un escritor, es porque cuando escribo, percibo que la corriente avanza, y el resto de mi vida se queda estancada, al margen.  Algo ocurre entonces, como si un foco potentísimo lo centrara todo y me diera una poderosa razón de ser. Entonces soy capaz de darme cuenta de si lo que escribo vale la pena y da en la diana o no. Eso me permite disfrutar como nunca y literalmente perderme en el interior de mi escritura. De alguna manera, tengo sentimientos ambivalentes acerca de ello, porque mi familia se ha convertido en algo verdaderamente importante para mí. Pero al mismo tiempo siento como si estuviera al mismo nivel que mi escritura. Lo que no puedo hacer es decir que la escritura esté por encima de la familia, o viceversa. És un difícil y extraño equilibrio. 


-- Grandes figuras del pasado, como David Bowie ya no suelen encabezar la lista de superventas, pero sus discos más famosos están absolutamente vivos en internet. ¿Cómo encaja esa aparente paradoja?


--Es un fenómeno interesante, pero la industria contemporánea del disco está verdaderamente devorada por el consumo rápido. Son cerca de 35.000 discos los que se editan cada año, y lo que se busca es gratificación instantánea en términos de venta. Me he dado cuenta en los últimos 10 años de que la industria del disco se ha apropiado de la expresión out of the box, que procede del mundo del cine y que quiere decir que si no triunfas en los primeros 10 días de presencia en el mercado, te botan de la cartelera; es decir, en este caso, el disco desaparece y pasan a promocionar otra cosa. Es una forma completamente diferente de operar en comparación con los tiempos en que yo era un muchacho.


--¿Cómo era antes?


--Las compañías tenían entonces un especial cuidado con sus artistas, había una especie de relación nutricia. Había una relación más profunda entre artista y compañía, del mismo modo que la relación que se establecía con el público era muy distinta, más prolongada, más intensa. El disco se ha convertido en una mercancía más, lo que sin duda resulta triste, pero por otra parte, y al igual que la imprenta abrió las posibilidades de publicar a casi todo el mundo, rompiendo esa especie de cerco mágico que sólo pertenecía a la iglesia, la música se está poniendo al alcance de todo el mundo. Creo que vamos hacia algo así a causa de internet, que va a cambiar nuestro mundo en un grado tan gigantesco, que no somos capaces ni de imaginárnoslo. Internet cambiará de forma radical nuestra concepción del mundo tal como hoy lo conocemos. Soy de la opinión de que no habrá compañías de discos de aquí a 10 años. Y estoy completamente convencido de que las discográficas no tienen la menor idea de en qué clase de desastre se están internando ahora mismo. No hay fuerza humana capaz de devolver el el agua al interior de una presa que se desborda. No puedes hacerlo. Las cosas van a ser más rápidas y mucho más sofisticadas en internet de lo que ahora son, y la música será infinitamente más fácil, muchísimo más fácil de grabar y llevártela a tu ordenador y remezclarla por ti mismo, y entonces la gente tendrá la misma autoridad y seguramente un nuevo tipo de autoría. Yo tendría que estar preocupado, porque está claro que este hecho concierne a los derechos de autor,  que están en serio peligro. Es una realidad completamente posmoderna. Es la más clara manifestación de lo que plantea la escritura posmodernista: ¿quién es el autor, dónde están sus límites? Tendremos que cambiar las reglas del juego, y comprender lo que se nos viene encima. Tendremos que prepararnos para cambios filosóficos de envergadura, y reinterpretar lo que significa la condición de autor. Porque me encuentro ahora mismo con chiquillos que cogen cosas de internet y las mezclan por su cuenta y se las envían por la red, y lo mismo sucede con las imágenes que se copian, se modifican, se mezclan y se envían y vuelven a enviar completamente alteradas. 


--¿Tiene pensado hacer como otros músicos que han montado su propia página en la red y cobran por cada descarga que se hace de sus trabajos? 


--Ésta es todavía una situación potencial, más que una realidad. Pero creo que hasta que todo el mundo no cuente con banda ancha seguiremos todavía en un periodo experimental. Es una teoría estupenda, pero todavía es muy lenta. ¿Ha intentado alguna vez descargar un álbum? Pero está claro que está ahí, a la vuelta de la esquina. Estoy seguro de que acabaré estando ahí de una u otra forma. Estoy completamente dispuesto a experimentar esa posibilidad.


--Con discos como The rise and fall of Ziggy Stardust and the spiders from Mars', David Bowie hizo no sólo historia del rock and roll, sino también un inteligente análisis de la fama y la destrucción. ¿Dónde cree que estamos ahora?


--Creo que tengo un entendimiento positivo de hacia dónde va la música, que hoy es más una mercancía que el santo grial o que un mensaje que baja del cielo, como antes solía ser. Cuan do era un músico de rock and roll de 16 años, y tenía la oportunidad de oír cualquier cosa (aunque en realidad no era así, porque sólo podías encontrar lo que buscabas en unas determinadas emisoras de radio), era algo muy, muy especial. Pero parece claro que la música ha cambiado su carácter. La música necesita encontrar algo diferente de lo que solía ser. La idea de una especie de celebración comunitaria, con aquellas orgías inolvidables, contrasta completamente con la forma en que la música es consumida ahora. Hoy día la música pertenece a la gente, y el artista es meramente un asunto de conveniencia para el gusto musical de la gente. También la estructura de la fama y de la celebridad está cambiando. A través de la moda, y de la gente que do compra un determinado tipo de música y se viste del mismo modo, resulta cada vez más difícil establecer una diferencia entre la forma en que visten los artistas y su audiencia; son virtualmente uno. Eso es una señal de cómo se está produciendo el cambio. Siempre ha habido una Britney Spears, y siempre ha habido unos NSYNC, porque siempre ha habido y habrá chicos y chicas de 12 años, y son devorados con mucha rapidez.


--¿Hay algo que el Camaleón nunca probó y le habría gustado mucho probar?


--(Se lo piensa unos segundos). No tengo ningún deseo de viajar a Marte. 


--Además ya ha estado ahí antes.


--Sí, claro, es el lugar de donde vengo. Probablemente, hay dos o tres cosas que me gustaría hacer. En los últimos cinco o seis años he estado escribiendo una considerable cantidad de ensayos para diferentes revistas y periódicos, que empezaron como críticas de arte y semientrevistas, pero comenzaron a crecer. Es un mundo que cada vez me atrae más: escribir en prosa y por extenso. No sé qué forma adoptará finalmente, aunque mi vanidad me dice que tal vez publique una recopilación de mis escritos de los últimos seis años. Eso sería lo más fácil. Pero también me gustaría escribir algo que tuviera verdadero peso, y no sé si sería una novela, puede que sí, aun que con un núcleo, con un sabor específico. Eso será seguramente lo que haré. También sigo pensando que me gustaría dirigir una película. El problema es que la historia que me gustaría rodar está fuera de mi alcance: Una conspiración de papel, el libro escrito por David Liss. Es una novela espléndida, que narra el origen de la Bolsa de Londres. Me encantaría filmar eso, pero costaría una fortuna recrear la atmósfera de fines del siglo XVIII en profundidad. Por eso dudo mucho que vaya a ocurrir.


--¿Y no ha pensado en ponerse a escribir sus memorias?


 --Oh, no. Creo que hay cosas más excitantes sobre las que escribir, y ya hay demasiada gente que ha escrito sobre mí. 


-¿Quizá dentro de 30 años a partir de hoy?


--Exacto (dice en medio de una nueva carcajada).


-¿Como británico que vive en Estados Unidos, se siente a gusto con el profundo conservadurismo de este Gobierno republicano?


--Ja, ja! (dice marcando las sílabas de la risa de forma ostensible). No. No, en absoluto. Quizá se sienta un poco menos en Nueva York, porque hay una suerte de nido de liberalismo en esta ciudad tan particular. Y, de todos modos, me imagino que sería bastante aterrador vivir ahora en cualquier otra ciudad de Estados Unidos distinta de Nueva York. Desde luego ésta no es precisamente mi época favorita de Estados Unidos. Y lo que espero de este Gobierno es que sea capaz de adoptar algunas decisiones verdaderamente humanitarias.


--Alguien que como usted ha navegado todas las turbulentas y oscuras aguas del sexo y las drogas, la ambigüedad y la representación y que ha abierto algunas puertas sobre el abismo, ¿cómo experimenta este siglo imprevisible que acaba de comenzar?


--Cuando llegas a cierta edad comienzas a preguntarte si te gustaría volver a vivir los años de juventud. A mi edad el problema es saber si estás preparado para aceptar lo que has hecho y lo lo que eres, en que te has convertido. Cuando eres joven siempre estás en el proceso de convertirte en, nunca llegas. Lo que echo de menos es no saber qué hay detrás de la esquina, cuál será la nueva sorpresa que me espera, y no saber cómo vas a reaccionar ante lo inesperado, comprobar cómo actúas ante situaciones insólitas. No es que pueda decir ahora que tengo todas las respuestas, pero sí siento que con la edad que tengo estoy siendo, que me he convertido en lo que supuestamente quería convertirme. Ahora soy el hombre debería ser. Pocas cosas me que sorprenden hoy día, y seguramente es eso lo que más echo de menos.


--¿Pero vivió su vida y abrió unas cuantas puertas por sí mismo?


--Supongo que sí. Algunas las cerré demasiado pronto. (Y vuelve a reírse como un adulto consciente que no ha borrado del todo ni al niño ni adolescente).


--¿Pero ha tenido una vida?


--Sí, eso es. Exactamente, y a causa de eso no tengo nada de lo que verdaderamente tenga que arrepentirme.


--La última pregunta, ¿quién es David Bowie?


--Oh, Dios. Creo que es imposible para mí responder a esa pregunta... Alguien probablemente bastante más conservador, ojalá una persona mucho más bien humorada, con la capacidad para amar, todavía intrigado por la idea de los peligros que encarna la creatividad individual, pero que ya no tiene el más mínimo interés por ponerse físicamente en peligro. Yo creo y espero que todavía conservo cierta curiosidad que brilla como una llama dentro de mí, como cuando era un adolescente. No pa rece que esa llama se haya extinguido. Y me sigo haciendo preguntas todo el tiempo.


--Quizá sea la forma de mantenerse joven...


Y la última respuesta es una nueva sonrisa, una mirada franca, la forma de volver a dar la mano toda entera; pe ro ahora que la conversación ha tendido sus puentes invisibles y los minutos han cristalizado una frecuencia inteligible, una cordialidad que no pa rece fingida, que no es la que suelen exhibir muchas estrellas del cine o del rock and roll cuando se prestan al jue go de las entrevistas y a la necesidad de de vender un producto. La mañana todavía es reciente en Nueva York cuan do, con una elegancia y una franqueza que desarman, David Bowie se queda consigo mismo, a la espera de otra andanada de preguntas, otro interrogatorio para tratar de descifrar a un camaleón profundamente humano.