domingo, 27 de noviembre de 2016

Entrevista El País 1987


Entrevista El País. Diego A.Manrique

El hombre domina el arte de las relaciones públicas. En un momento delicado de su carrera musical ha sabido congraciarse con la prensa europea al recorrer diferentes capitales anunciando su nueva tanda de conciertos, la Gira de la Araña de Cristal. En todas las paradas ha presentado a su grupo de acompañamiento y, en insólita muestra de generosidad, ha tocado un par de números como propina de tumultuosas conferencias de prensa. Por lo que respecta a Madrid, no para de desmentir la especie de que alguna vez afirmó que nunca tocaría en España por el carácter africano de sus habitantes. Pone la mano en el pecho y eleva la voz:

- “¡Nunca dije eso! No sé quién pudo inventarse semejante patraña. Vine a España cuando era un crío y guardo buenos recuerdos. De hecho, tengo un especial interés en actuar en los países de habla hispana. Mi director musical, Carlos Alomar, es suramericano, así que no tengo ningún prejuicio. De hecho, me excita tocar en un sitio nuevo. Quiero que quede claro que no tengo nada contra España. Excepto que hoy, lunes, está cerrado el Museo del Prado. ¡Qué decepción!

De paso, pone cara de intensa sinceridad para remachar su gran interés por el arte español, “especialmente la pintura y el cine. Buñuel y Dalí son dos grandes influencias en mi obra. De hecho me llevé Un perro andaluz de gira en 1976. En vez de contratar a un grupo de rock cualquier como teloneros, proyectábamos la película, que encajaba con una escenografía muy brechtiana, todo blanco y negro. Me complació comprobar que, 50 años después de ser rodada, el público todavía se quedaba boquiabierto con la escena del corte del ojo. ¡Algo extraordinario! Un público que creía haber visto todo se asustaba. Hubo quien creyó que era una obra de algún nuevo realizador punk. No sabían nada, no tenían ni idea de dónde salían esas imágenes, pero se sentían tocados por algo revolucionario. ¿Ha leído Mi último suspiro, la autobiografía de Buñuel? Un libro muy franco, muy honesto”.


Que se sepa que pronuncia correctamente el nombre del aragonés. Y que entra gozoso al capote de la literatura.” ¡Leo de todo! Desde un periodicucho a un tomo de filosofía, lo que tenga al alcance de la mano. Cuando estoy en casa puedo devorar dos o tres libros por día. Tengo una devoción especial por la literatura rusa, y Dostoievski nunca está muy lejos de mi cama. Pero también me fascinan autores modernos con sentido del humor, Martin Amis o Julian Barnes. ¿Se conocen aquí? Pues habría que hacer algo por ellos”.


Para Bowie, casa es ahora un chalé en Suiza, cerca de Ginebra. “¡Aunque no puedo decir que tenga echadas allí mis raíces! Quiero explicarte cómo es mi vida. El pasado año estuve bastante tiempo en Montreaux, produciendo Blah, blah, blah para mi buen amigo Iggy Pop. Luego llegó el turno de hacer mi propio disco. Desde Navidades he pasado varias semanas entre Hollywood y Nueva York haciendo vídeos con Julian Temple y Jean Baptiste Mondino. Ahora recorro Europa y vuelvo a Estados Unidos para poner a punto la gira. Así que tampoco estaré mucho tiempo en Suiza durante 1987. Y tengo el compromiso de hacer un par de películas el próximo año. Suiza es mi hogar esporádicamente, el sitio donde dejo mis maletas al final del trabajo. No me quejo: vivir en la carretera también tiene sus encantos”.

- Se supone que la Confederación Helvética es el reino del aburrimiento.

- ¡Pero tiene sitios maravillosos para esquiar! Además, los suizos no me molestan. En absoluto. No sé si me reconocen, pero está claro que no se sienten impresionados por las celebridades. Son gente de las montañas, muy secos, muy serios, no se sorprenden por nada. Y eso hace que la existencia sea muy agradable. De todas formas, cuando quiero pasar inadvertido en cualquier país lo consigo sin dificultades.

- Me gustaría saber cómo se logra el anonimato cuando se tiene su tipo de fama.

- Lo primero es no avisar a la prensa (risas). En realidad es cuestión de actitud mental. Yo quiero llevar una vida normal, y bajo a las ciudades cuando me apetece comer de restaurante o ir al teatro. Es algo totalmente necesario. De otro modo terminas convertido en Elvis Presley, Michael Jackson o Prince. Un recluso encerrado en cuatro paredes lujosas, sin feedback de la gente.

- No es algo saludable.

- Desde luego. Lo probé hace 10 o 15 años. ¡Y fue asqueroso!

Se refiere a un tormentoso periodo de su vida en Los Ángeles. Rachas de ocho días sin dormir, a base de cocaína y delirios como los flirteos con la magia negra. Una existencia crepuscular que le convirtió en una parodia demacrada de rock star, capaz de afirmar con total seriedad, a su retorno al país natal, que “el Reino Unido necesita un dictador, y yo no lo haría mal”. Por aquel tiempo visitó a un semidesconocido Bruce Springsteen en el estudio, y el aterrado norteamericano estuvo a punto de escapar por piernas. Las obligaciones familiares le rescataron del borde del abismo justo a tiempo.

- Me separé de Angie, mi mujer. Y me correspondió la custodia de nuestro hijo. Fue hace 10 años. Esa responsabilidad cambió mi estilo de vida. Me trasladé a Berlín con Brian Eno y aquello fue mi terapia. Ahora tengo que pensar por dos personas, debo ser muy cuidadoso y considerar su futuro. Cuando solo pensaba en mí mismo llevaba una vida muy arriesgada y las cosas se pusieron muy peligrosas.

- ¿Cuántos años tiene Joey?

- Quince para hacer 16. Es un chico grande, ¡ya está dejándome pequeño a su lado! Un chico muy atlético, le gusta el rugby y el esquí. Pero también es buen estudiante. Mucho más académico y metódico que yo. En este momento le interesa el mundo del cine y el vídeo, pero en la parte técnica. Tampoco quiere tocar, aunque oye cantidad de música: los Beastie Boys, Run DMC, todo el hi hop neoyorquino. Es un joven perfectamente normal, como cualquiera de su edad.

Lo anuncia con rotundidad. En su familia hay una larga tradición de enfermedades mentales y es éste un fantasma demasiado preocupante para un padre modélico.

También se apresura a disipar cualquier sospecha de vida heterodoxa (“no soy ni homosexual ni bisexual”), y asegura ser un divorciado feliz de no tener ataduras, “como los marineros, un amor en cada puerto”. Una decepción para los que gustaban de considerarle el paradigma de no sé qué decadencia, para esa sección de seguidores que ahora manifiestan sentirse decepcionados ante una supuesta traición a su concepto de renovación permamente y en punta,

- Parece que el nombre de David Bowie ya no es una garantía de comercialidad; al menos, sus últimos trabajos para bandas sonoras han vendido por debajo de lo esperado. ¿Es consciente de que existe una cierta hostilidad hacia su persona?

- Sí, naturalmente. Pero esas posturas nunca me han afectado. Siempre he trabajado para mí mismo, no para la audiencia. Si me gusta lo que hago, presumo que algunas personas lo apreciarán.  Muchas o pocas, eso no me importa. Mientras yo disfrute creando seré feliz.

- Eso no coincide con la impresión de que últimamente descuida la música, ya que lo que le interesa de verdad es el cine.

- Me gustaría ser claro en esto: la música es y será siempre lo primero. Pero esa prioridad no me impide plantearme el paso al cine. He estado a las órdenes de buenos realizadores, gente como Nagisa Oshima o Nicholas Roeg, y he aprendido. Lo próximo es dirigir mi propia película. Tengo un par de guiones propios, de los cuales no debo comentar mucho por razones obvias. Uno de ellos está siendo desarrollado con ayuda de un amigo; en cuanto terminemos habrá que considerar cuándo y con quién lo filmamos.

Por el momento, el cantante se conforma con tomar una activa participación en el proceso de realizar sus vídeos promocionales, que concibe en detallados storyboards antes de ponerse en manos de expertos en el tema.

- En sus últimos clips abundan las críticas al racismo, a la violencia institucional, a la explotación. Supongo que no es una coincidencia.

- ¡No, no no!” Es algo totalmente deliberado. Mi razonamiento es que si cuentas con cuatro minutos gratuitos en las televisiones del mundo, debes usarlos para algo valioso, decir algo contundente que cause impresión cada vez cada vez que se vea. La verdad es que los vídeo-clips son actualmente algo odioso que no se distingue demasiado del resto de la programación televisiva; yo solo veo los noticiarios y los documentales. Desgraciadamente, los vídeos de hoy son muy malos, solo pretenden reflejar la última moda con imágenes muy bonitas. ¡Es tan vulgar! Yo quiero que mis vídeos no pasen inadvertidos, que mantengan la misma fuerza de mis canciones. Así que escribo los guiones con el mismo cuidado que pongo en escribir letras. Ya sé que eso me puede colocar en una situación incómoda. Me acabo de enterar de que la BBC ha vetado el vídeo que hicimos para Day in, day out. Dicen que hay demasiado sexo y violencia…

- Hay quien duda de que el rock sea un medio adecuado para transmitir mensajes.

- ¿Mensajes de crítica social? ¡Pero si el rock es una de las pocas artes auténticamente vivas! Refleja la vida de las gentes, es un medio populista. Mucho más que la pintura, la escultura o, incluso el teatro. Solo el cine puede competir en eso de cambiar la forma en que piensa la gente sobre determinados asuntos. Piense en los años sesenta, cuando el rock y el soul se unieron al movimiento por los derechos civiles de los negros. Luego, gente como los MC5 recondujeron la lucha a otros campos: el rock alteró nuestra visión de la guerra de Vietnam. En los setenta, el punk denunció las condiciones económicas de la recesión europea. Ahora, Live Aid ha dirigido la atención hacia el hambre en África. El rock contribuye al cambio social y eso me enorgullece.

- ¿No está perdiendo fuerza esa voluntad testimonial con tantos discos y recitales benéficos?

- Hum… Creo que aquí viene bien eso que decía McLuhan del mensaje y el masaje de los medios. Cuando el rock se hizo accesible, invadiendo la radio y la televisión, cambió su naturaleza. En este momento tiene sentido usar la música para difundir comentarios sociales, eso debería ser parte integral de la actividad de todos los músicos. Me considero realista: sé que el dinero que se obtiene en esas iniciativas no sirve para mucho, son problemas tan enormes que solo podrían resolverse con la actuación conjunta de todos los gobiernos. Pero el mero hecho de llamar la atención sobre esas situaciones  justifica cualquier esfuerzo.

- Es una sorpresa encontrarse con un David Bowie activista. O al menos, nada cínico.

- ¡Nunca he sido un cínico, es lo último que se me puede llamar! Nunca lo he sido… Bueno, cuando era joven, tal vez lo era un poco. Claro que no sé si se puede decir que todos los jóvenes son cínicos. Aunque fuera así, tengo 40 años y ya no sería cínico del mismo modo. Solo me siento cínico respecto a las autoridades, y eso no es nuevo para mí. Pero nunca he manifestado cinismo respecto a las injusticias, las privaciones de los que no tienen nada. ¡No puedes serlo!

- ¿Usa su derecho al voto?

- ¡No me dejan votar en Suiza! Si tuviera que hacerlo en el Reino Unido sería difícil. Desde luego, nunca votaría conservador. El gobierno de Thatcher es el fin del país. Por otro lado, los laboristas se han fragmentado en varias tendencias y no sabes a quién estás votando.

David Bowie, modelo 87, resulta asombrosamente razonable. No tiene inconveniente en reconocer que su nuevo disco grande, Never let me dow, está influido por los vientos que soplan hacia el rock de los sesenta: “Es la música de mis orígenes y resulta vivificante volver a las fuentes, a las guitarras eléctricas. A diferencia de mi elepé anterior, he compuesto prácticamente todo y no es casual que haya partes que suenan a John Lennon o Smokey Robinson”.

- Me cuesta pensar objetivamente sobre mi carrera. Tiendo a no detenerme mucho en el pasado.

- ¿Por qué vuelve a los escenarios un hombre maduro que no necesita estos sobresaltos?

- ¡Ja! Es una forma curiosa de plantearme el tema; habitualmente, me acribillan a preguntas sobre los motivos de que no actúe más frecuentemente. Personalmente, puedo asegurarle que no hago una gira si no es realmente, realmente, excitante la perspectiva de volver al directo. La anterior, la Serious moonlight tour, fue fantástica, llevaba cinco años sin tocar. Pero terminas y te dices “nunca más”. Luego, al año siguiente, ves cosas en la televisión o en la calle y piensas “Esto podría funcionar en el escenario, sería maravilloso encajarlo con tal canción, acoplarlo a ver qué pasa”. Así, en dos o tres años tienes en la cabeza el diseño de un nuevo espectáculo y, de repente, “sería fabuloso volver a las tablas”. Y ya está.  Así funciono yo. Apuesto a que, cuando termine el recorrido, anunciaré que en la vida lo repetiré.

- ¿Le afecta ese famoso miedo al escenario?

- ¡Jamás! Excepto en los 15 minutos anteriores al comienzo. En esos momentos  me siento mal, me duele todo. Pero cuando se las cortinas, todo se olvida, estoy como en casa.

- Aparte del económico, ¿qué sentido tiene tocar en estadios de fútbol? No parece que haya mucha posibilidad para una comunicación genuina.

- Te acostumbras. La última gira comenzó en el US Festival californiano, ante 300.000 espectadores. Nunca había hecho nada parecido y pensé que no sobreviviría. ¡Era una sensación tan extraña! Luego aprendes a entender las claves de los grandes recintos y terminas dominándolos. Puedo tocar en cualquier lugar y sentirme confortable.

También parece cómo ahora, vestido de teddy boy fino, con flequillo dócil y semblante radiante. Tal vez ya no sea capaz de dar nuevos golpes de timón al fragmentado buque del rock, pero da la extraña sensación de ser un novato apasionado por su primera gira importante. En realidad, es un joven urbano y profesional que tiene el reto de defender un ilustre pasado ante masas devotas. No es una aventura de gran riesgo.

- ¿Qué le motiva a estas alturas?

- El vivir. Todavía considero emocionante la vida. Me despierto por las mañanas y pienso: “¿Qué me traerá este nuevo día ¿”. Es un privilegio poder expresar lo que siento y lo que veo a lo largo de una jornada. Me excita poder hacerlo como actor, como compositor o como cantante. Todavía hay en mí la necesidad de ser artista. Cuando se acabe ese deseo yo pararé. Si intentas prolongar la creatividad sin esa fascinación, te engañas: estás definitivamente acabado.

- ¿Ha previsto lo que ocurrirá cuando le llegue ese momento de la verdad? Muchos creadores se autodestruyen o se refugian en las verdades simples de cualquier tipo de religión.

- Uh, uh. No sé si eso se aplicará a mi caso. Supongo que tengo necesidades religiosas, pero estoy seguro de que no soy una persona religiosa. La única vez que he sentido que tenía una respuesta respecto a cuestiones religiosas, aunque mejor sería decir espirituales, fue cuando me hice budista. Claro que eso es muy típico  de la edad joven. Yo solo fui budista durante algo así como 15 minutos, pero bastante de esa filosofía ha quedado dentro de mí. Por ejemplo, el concepto de los transitorio, el saber que no debes aferrarte a nada, la actitud respecto a las cosas materiales. Lo único que te puede mantener a lo largo de los años es el sentimiento de compasión por los seres humanos. Ése es el único foco espiritual de mi vida. Respecto al cristianismo…, ya sé lo que está mirando: la cruz que llevo al cuello. ¿Debo explicarlo? La tuve desde pequeño, me he habituado a ella y me encontraría mal si me la quitara.

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