Ikon (Reino Unido), Chris Roberts, Octubre de 1995
(Extractos de la entrevista)
(Extractos de la entrevista)
Nathan Adler, álter ego de Bowie, es un detective que sigue la pista del asesinato artístico-ritual de Baby-Grace, cuyo cuerpo desmembrado se encuentra en un museo de arte moderno. A mediados de los años noventa, la revista “Q” pidió a Bowie que escribiera un diario durante diez días. Bowie, en lugar de su día a día, escribió el diario ficticio de este personaje, que se convirtió en la base de las letras de Otuside.
¿Sientes que has adquirido una sabiduría significativa?
El anciano sabio, ¡ja, ja!, ya ves, estuve haciendo el papel de alguien de ciento treinta años a los treinta y ocho, o algo así, con The Hunger. ¡Y lo hago con más facilidad ahora!
Ahora soy lo bastante viejo -¡hurra!- para tener una obra con cuerpo, lo cual es genial. Significa que puedo echar mano y sacar símbolos y atmósferas e incluso procedimientos y técnicas que ha utilizado antes, y volver a aplicarlos a nuevas situaciones. Es una máxima básica que, si sacas algo de contexto y lo pones en otro, cobra un conjunto diferente de significados.
De modo que, con Outside, al ubicar el espeluznante entorno de la ciudad de Diamond Dogs en los noventa, le doy una vuelta completamente diferente. Era importante para esta ciudad, para este escenario, tener una población, un número de personajes. Traté de diversificar a esos personajes de verdad excéntricos tanto como fuera posible. Por encima de todo, una ambición de hace tiempo es hacer una serie de álbumes que se extienda hasta 1999, para tratar de capturar, por medio de esa estrategia, cómo se sentirán los últimos cinco años del milenio. Es un diario dentro de un diario. La narrativa y las historias no son el contenido, el contenido son los espacios entre los puntos lineales. Las texturas, revueltas, extrañas.
La obra suena paranoica y siniestra, mientras que tú en persona, o tan en persona como podré llegar a conocerte alguna vez, pareces exuberante…
Oh, tengo las esperanzas más piadosas para el fin de siècle. Lo veo como un rito sacrificial simbólico. Lo veo como una desviación, un pagano deseando que los dioses aparezcan, para que podamos movernos. Hay na auténtica sed espiritual ahí fuera que es llenada por estas mutaciones de ritos y rituales que apenas se recuerdan. Para ocupar el vacío que dejó una iglesia no autoritaria. Tenemos este botón del pánico diciéndonos que el fin de siglo va a ser una locura colosal, y no lo será. El mayor problema que tendremos será el nombre que le daremos. ¿Dos mil? ¿Veinte-cero-cero? ¿Veinte-veinte? Bueno, lo viviremos enteramente, pero ¿qué nombre le pondremos?
¿Se pierde mucho tiempo en las esperas?
Sí, lo odio, sabes. Me agoto al hablar de cine después de un rato. La gente se queda allí, hablando de películas que están terminando o que van a hacer, de todo lo que rodea a la industria. La gente no parece tener otra vida fuera de ello, y piensas: “Dios, ¿no podemos hablar de otra cosa que no sea de películas? Zzzz…”
Hacer el papel de Warhol, de quien decoraste que era imposible distinguirlo de una pantalla cinematográfica, debe de haber sido divertido, sin embargo.
Sí, fue genial, porque solo fueron diez días. Yo tenía siete mil palabras, y una vez que me las aprendí en el orden correcto, fue pan comido. Fue un papel más desafiante.
Siempre me atrajo el “flujo de conciencia”. Desde que era niño. Me sentía más familiar y tenía más empatía por gente como Jack Kerouac, Ginsberg, Ferlinghetti y, desde luego, más tarde, por Burroughs, a fines de los setenta. La gente como Thomas Hardy tiene una resonancia que valoro, pero aun me resulta muy difícil.
¿Es más aplicado que brillante?
Sí. Sabes, entiendo que lleve su tempo leerlo y que tenga matices que deberían considerarse. ¡Pero no estoy seguro de tener tiempo!
Sí, hay muchos otros árboles.
Puedo leer mucho, eso sí. En una buena semana, paso por tres o cuatro libros. Somos, por tradición, una nación literaria, ¡como puede verse en la forma en la que denigramos las artes visuales! Y heredé ese gran amor por la literatura, me encanta que me cuenten una historia, que me muestren nuevas ideas.
Pero lo que me gusta de los escritores que trabajan con el flujo de la conciencia es por lo mismo por lo que espero que a mi público le guste de mi obra, y es que me pertenecen más. Hay más espacio para la interpretación. En un libro de Hardy los parámetros de la narrativa y la sensibilidad están dictados por el autor. Tienes que seguir su plan e ingresar en su mundo de la manera en que él quiere. Yo prefiero que se me permita más laxitud: algo que pueda usar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario