viernes, 27 de marzo de 2020

Rolling Stone (Estados Unidos), David Sinclair, 10 de junio de 1993

Extractos de la entrevista:

En un sórdido callejón del Soho, la infame zona roja de Londres, David se detiene frente a un portal. Inseguro de quién o qué encontrará al otro lado, toca el timbre. 

“Sí”, dice una voz por el interfono.

Hola -dice Bowie- ¿Alguna vez estuvieron aquí los estudios Trident?

Placa conmemorativa colocada tras el fallecimiento de Bowie.

“Cierto, sí hace mucho tiempo”, dice la voz al otro lado.

Soy David Bowie. Solía grabar aquí. ¿Crees que podría entrar un segundo?

Un momento de pausa. La puerta se abre. Bowie entra. Justo frente a él hay un tramo corto de escalera y, cubriendo prácticamente toda la pared del rellano, a mitad de camino, hay un póster gigantesco de… David Bowie, fotografiado durante el rodaje de El hombre que vino de las estrellas.

“Bueno, es bonito sentir que has dejado huella”, dice Bowie, mientras unos cuantos sorprendidos emergen de las oficinas y forman ad hoc un comité de bienvenida.



El coche se detiene frente a un pub llamado Thomas à Becket, y Bowie desciende con un viento extremadamente frío y una ráfaga de lluvia. Va vestido  con una levita negra entallada, pantalones negros a medida y un par de impecables zapatos de cuero calado. Lleva unas gafas de montura de oro, que le proporcionan un aspecto severo, a pesar de que, a los cuarenta y seis años, su ligero bronceado y sus rasgos, fabulosamente esculpidos, permanecen envidiablemente intactos. 

Hoy en día es Bowie quien es acosado para conseguir un autógrafo, una de las pocas cosas que le parecen fastidiosas cuando camina por la calle. En general, se siente perfectamente a gusto recorriendo la ciudad en un Mercedes beige conducido por un chófer. No hay escándalos ni séquito de fans. 

Solo tengo gente a mi alrededor cuando estoy de gira o haciendo algo que, por una u otra razón, por un una u otra razón, tiene un perfil público -dice Bowie-. Si no, prefiero mucho más estar solo. Me doy cuenta de que si te pones unas gafas y no tratas de resaltar, puedes moverte con mucha facilidad. Siempre sospeché de la gente que dice necesitar estar rodeada de otros, porque a mí eso no me ocurre. De hecho, es entonces cuando me meto en problemas. Recuerdo caminar por Hollywood con Eddie Murphy, un tipo que me cae muy bien, pero cada vez que dábamos cinco pasos por la calle, se oía el ruido de cuarenta pasos que nos seguían por detrás. Era imposible.

De nuevo en el corazón de la ciudad, Bowie llegó a una pequeña calle sin salida llamada Heddon Street, escondida detrás de Regent Street. Baja del coche con un poco de incertidumbre y camina hacia un callejón al fondo, murmurando: “Vamos a tener que tantear un poco… Todo ha desaparecido, obviamente. Aquí vivía un fotógrafo que se llamaba Brian Ward, creo que en este edificio, y fuera había una cabina telefónica…”. Hay, ciertamente, una cabina telefónica, una obra azul, moderna, bajita. De pronto, caigo en la cuenta. Aquí fue donde se sacó la fotografía para el diseño de la portada de Ziggy Stardust. Pero claro, todo cambió. Esa cabina telefónica grande, roja, cerrada, en la cual Bowie posó para ea foto de la contraportada, ya es cosa del pasado.



Una mujer que sube por la calle hacia su oficina saluda a Bowie con una gran sonrisa. “Quitaron tu cabina telefónica, ¿no es terrible?”, dice. Por mucho que Bowie hable de llevar gafas y andar cabizbajo, la suya es aún una cara que poca gente no reconoce al instante. La mujer le informa de que el fotógrafo se mudo y también la campaña K.West, bajo cuyo cartel Bowie se paró con un pie sobre un cubo de basura hace veinte años. Sorprendentemente, la vieja luz junto a la puerta se encuentra aún allí, pero el famoso cartel fue rematado como parte del conjunto de recuerdos del rock and roll. En su casa, Bowie tiene cientos de fotografías de admiradores  con un pie sobre el cubo de basura bajo el cartel de K. West que le enviaron en sus cartas. 

Es una pena que el cartel ya no esté -dice Bowie-. La gente sacaba conclusiones tan dispares a partir de él. Pensaban que K. West debía de ser una especie de código para una búsqueda. Veían allí todo tipo de alusiones místicas. 

Hicimos esas fotografías de exterior una noche de lluvia -continúa Bowie-. Y luego, arriba, en el estudio, hicimos las que se asemejan a “La naranja mecánica”, que iban en el interior del álbum. La idea era llegar a una imagen intermedia de Malcolm McDowell con las pestañas maquilladas e insectos. Era la época de “Los chicos salvajes” de William S. Burroughs. Ese ciertamente fue un libro muy potente, había salido hacia 1970, y era un cruce entre eso y “La naranja mecánica”, que fue lo que en realidad configuró la forma y la apariencia que iban a tener Ziggy y los Spiders. Ambas eran obras poderosas, especialmente la pandilla de saqueadores de “Los chicos salvajes”, de Burroughs, con los cuchillos “Bowie”. Yo me metí de lleno. Fui interpretando una y otra cosa. Todo tenía que ser infinitamente simbólico. 

Volviendo en coche al Soho, Bowie divisa varios puntos emblemáticos. La tienda de música de Selmer, sobre Charing Cross Road, donde compró su primer saxofón. Doblando hacia Wardour Street, señala un edificio alto en una esquina, donde solía vivir Pete Townshend, en el último piso. “Siempre lo envidié por vivir justo en el corazón de Londres -dice Bowie-. Lo más cerca que estuvo yo fue en Oakley Srtreet, en Chelsea, justo a la vuelta de Cheyne Walk, donde vivió Mick Jagger. Fue entonces cuando conocí a Mick”. 

Los ochenta arrancaron con el mayor éxito de su carrera, Let’s Dance. Producido por Nile Rodgers y lanzado en 1983, fue un exitazo a nivel mundial que elevó a Bowie a la primera división internacional. Pero la perspectiva desde las alturas del Olimpo no era tan clara como podría haber sido. 

Caí en desgracia por primera vez, y me pregunté si debía escribir para el público y no para mí -dice Bowie-. ¿Debía intentar duplicar el éxito de ‘Let’s Dance’ o seguir tratando de cambiar en cada álbum? Era una disyuntiva concreta. Al final no perdí las canciones, pero perdí el sonido. Hay algunas canciones verdaderamente buenas en ‘Tonight’ (1984) y ‘Never Let me Down’ (1987) y literalmente las eché a perder al dárselas a gente muy capaz para que las arreglara, pero sin involucrarme yo mismo, casi hasta el punto de la indiferencia. 

Del mismo modo que artistas talentosos como Mick Jagger, Roger Daltrey, Roger Waters y Jon Bob Jovi han fracasado al establecerse a sí mismos como solistas y tenido un resultado que en nada se compara al éxito de sus respectivas bandas, Bowie simplemente no era convincente como miembro de un grupo.

Artísticamente, declara que no había estado tan conforme con la salida de un álbum desde Scary Monsters.



Escucho este álbum todo el tiempo -dice Bowie- , lo cual siempre es una buena señal. Con el debido respeto por Nile, no escuché ‘Let’s Dance’ tanto. No era del todo yo. Había mucho de Nile en él. En la cara A en particular, había dejado que Nile se adueñara realmente de él. Esta vez, cuando regresé con Nile, pensé: “Otra vez no”. De modo que fue ‘mi’ álbum en gran medida, y Nile contribuyó; yo era contrario opuesto a la idea de que él hiciera todo y yo me limitara a sugerir que pusiéramos a Stevie Ray Vaughan o a quien fuese. Por eso probablemente pueda identificarse mucho más conmigo. 

Una de las preocupaciones más importantes de Rodgers durante la grabación fue que Bowie tocase el saxofón, que toca en este álbum más que en el resto de su discografía junta. El instrumento ha sido siempre crucial para el proceso creativo de Bowie. Lo usa para componer las líneas melódicas. 

Me siento mucho más libre en estos días para hablar sobre mí mismo y lo que me ha sucedido, porque fui capaz de afrontarlo. Durante muchos años, he estado totalmente bloqueado. Anteriormente siempre estaba bloqueado. Nunca quise volver a examinar nada que hubiera hecho en concreto. Pero las apuestas han cambiado. Me siento vivo, en un sentido real. 

Tras pasearse entre las sombras de su pasado en el escenario del Hammersmith casi durante una hora, Bowie está listo para seguir con el recorrido. La temperatura cayó incómodamente, y David se mueve enérgicamente hacia la puerta del escenario, dando las gracias al hombre que lo dejó entrar al edificio con una cortesía que parece brotarle con naturalidad. Es de lejos más atento con quienes están a su alrededor que la mitad de las estrellas de su estatus, y es una de sus característica más encantadoras. El coche avanza hasta un hotel cercano, donde Bowie entra en calor con una sopa de pavo y un sándwich de queso. 

Nunca había salido con una modelo antes -dice Bowie-, así que nunca había caído en el cliché de la estrella de rock y la modelo como parte de su vida. De modo que estaba muy sorprendido al encontrarme con una que era aplastantemente maravillosa y no la clásica belleza hueca que había conocido en el pasado. No hago un caso de ello. La noche que nos conocimos ya estaba poniéndole nombre a nuestros hijos. Sabía que ella era para mí, fue inmediato. Simplemente caí bajo su hechizo. 

Es una fuente increíble de comodidad para mí. De hecho, durante los tres años anteriores a conocer a Iman, yo estaba comprometido con otra chica, así que (las relaciones monogámicas) me parecen muy, muy placenteras. Me estimulan. Las adoro absolutamente. He ido desde la extrema promiscuidad de los setenta a un conjunto de cambios de actitud en los ochenta y, con suerte, a una especie de armonía en los noventa. 

Creo que siempre fui un heterosexual dentro del armario. Ni siquiera sentía que fuera estrictamente bisexual. Era como si estuviera haciendo todos los deberes para llegar a una situación en la que pudiera experimentar en serio con algunos tipos. Pero, en realidad, lo que me atraía era la escena gay en su conjunto, que era ‘underground’. Acuérdate, a principios de los setenta, era prácticamente un tabú. Acaso haya habido amor libre, pero era amor heterosexual. Me gusta ese mundo oscuro. Me gustaba la idea de esos clubs y esa gente y todo lo que está vinculado a él, porque era algo de lo que nadie sabía nada. Así que me atraía locamente. Quería incursionar en un mundo diferente. Así que hice el esfuerzo de ir y meterme allí. Esa fase solo duró  hasta cerca de 1974. A grandes rasgos, aquello murió con Ziggy. En realidad estaba adoptando la situación de ser bisexual. La realidad era mucho más reducida. 

        Quería imbuirme en Ziggy en carne, sangre y músculos, y era imperativo que encontrara a Ziggy y que fuera él. Lo irónico fue que yo no era gay. Lo era físicamente, pero francamente no lo disfrutaba. Era casi como si estuviera poniéndome a prueba. No era algo con lo que me sintiera cómodo, en absoluto. Pero tenía que hacerlo.

Por desgracia, no conocí a Freddie Mercury tan bien, la verdad. Me lo encontré solo unas dos o tres veces en todos estos años. Me parecía muy listo, bastante brillante y ciertamente muy teatral. De modo que no conozco las idas y venidas que tuvo que vivir o lo que le sucedió. Sí tengo muchos amigos gays, y conozco el dolor de perderlos a causa del sida. Por desgracia, perdí uno justo después del concierto de la Reina -el concierto en memoria de Freddie Mercury en el estadio de Wembley, en abril de 1992- . Su nombre era Craig, un dramaturgo de Nueva York; de hecho, entró en coma el día anterior al concierto y murió al cabo de dos días. Por esa razón recé el padrenuestro esa noche. 



A pesar del estilo teatral de Bowie, su gesto dejó a muchos sorprendidos. 

Sí, probablemente lo estuvieran, pero no era para ellos.” Parte de la sorpresa se debía a que Bowie nunca había sido conocido como una persona particularmente religiosa. 

No lo soy. Soy espiritual. Nunca me ha atraído ninguna religión organizada. Pero ahora tengo una sólida creencia en Dios. Pongo mi vida en sus manos cada día. Rezo cada mañana.

Mi amigo Craig no era cristiano, pero pensé que esa oración era la más apropiada en la medida en que… es una oración sobre nuestro Padre, no tanto sobre Cristo. Para mí, es una oración universal. Yo estaba tan sorprendido como todos tras recitarlo en ese concierto. Pero me alegré de haberlo hecho. 
Fuente: Bowie por Bowie - Entrevistas y encuentros con David Bowie - Sean Egan - Libros Cúpula.

No hay comentarios:

Publicar un comentario